13/10/14

Hotel El Habana, Llanes

El Hotel El Habana de Llanes es verde. Verde del jardín, del inmenso jardín que lo rodea en la bonita finca que con tanto mimo cuidan sus propietarios, Sirio Sáinz y Mª Eugenia Caumel. El Habana es un hotel para relajarse, para descansar, para contemplar y para desconectar.
Casona del Hotel El Habana en Llanes


Llegamos a él después de un tranquilo viaje por la meseta y después de un inicio de lluvia, nada más cruzar por Reinosa hacia el Cantábrico. Un chirimiri continuo nos recibió en La Pereda, población del concejo de Llanes y a apenas 3 kilómetros del centro del bonito pueblo del oriente asturiano. Como era pronto y nuestra habitación no estaba aún lista, comimos en el porche con vistas al jardín, al prado y a los bellos árboles llenos de historia de la finca de El Habana. Al fondo, siempre presente y muy cercana, la Sierra del Cuera.

Después de comer y con el esquema del jardín que nos dieron en recepción nos dedicamos un buen rato a descubrir esa maravilla que tiene El Habana, esas dos fincas que lo componen y que le da una extensión más que considerable. Lo conforman abetos, magnolios, helechos, hortensias, bambús, arces, etc. que el paseante descubre plano en mano. Dos puentes, un encantador cenador, un estanque con nenúfares y en un lateral, escondida, la piscina que no usamos mucho los adultos, pero que Javier disfrutó a pesar de la temperatura fresca del agua.


Después del paseo teníamos ya lista la habitación que, como todo en este lugar, no pudo ser más agradable. Estábamos en la número 2, que, aunque se halla en la planta baja, no tenía ningún problema de ruidos. Era amplia y estaba decorada con gusto y mimo en la elección de las telas y de los muebles coloniales. La cama de Javier ocupaba un rincón, sin entorpecer el paso hacia los armarios y el baño. Éste no era muy grande pero sí completo, con geles fabricados con aceites esenciales que dejaban un olor estupendo y con una ventana que se abría al verdor de la vegetación.


Nuestra habitación en El Habana

Los espacios comunes del hotel están pensados para ser disfrutados sin timidez. Varios sillones se agrupan en torno a una biblioteca de viajes, muebles con juegos de mesa y espacios que invitan a la lectura y la charla mientras te tomas un café o una copa.


La sensación de relajación que se siente en El Habana en todos sus rincones se vive en estos espacios que siempre acogían a alguien para una tranquila charla con Sirio o para preparar visitas por los alrededores siguiendo sus sabios consejos.

El capítulo gastronómico de El Habana merece una mención. Por un lado los desayunos, caseros, magníficos y abundantes. Daba gusto tomarlo sin prisas admirando el jardín, con una buena cafetera llena, tostadas, bollería recién hecha, bizcochos y los embutidos y quesos de la zona (yo me he enamorado del de Vidiago, que no encuentro por tierras manchegas). El zumo natural, las mermeladas, los cereales y la presentación en general apetitosa. El precio, más que razonable para la calidad y la cantidad.

Por otro lado las cenas, bien a base de raciones, o mejor aún a la carta. Variada lo suficiente para no repetir ninguna noche, abundantísima en la cantidad, estupenda en la calidad de los alimentos y de inspiración asturiana con algún toque exótico. Para terminar el día, nada mejor que degustar la fabada (si eres de estómago fuerte), la carne cocinada de más de una forma, las croquetas (buenísimas), etc. Los postres, también cuidados y estupendos: tartas, flanes caseros, raciones de fruta enormes. Todo ello con un precio asequible que nos permitió repetir con un precio medio de unos 35€ para los tres, sin vino.


Javier en el jardín de El Habana
Javier en el jardín de El Habana.

El paseo a la puesta de sol por el jardín, con el sonido de los cencerros de las vacas de la finca vecina, hacía que te sintieras en otro mundo, descansado y relajado, desconectando de los problemas cotidianos y asentando la mirada en esos verdes variados que tanto se echan de menos, cuando vives en Castilla.

El personal era de lo más amable, siempre dispuesto a ayudar y a darte una idea, o a sugerirte algo que ver o hacer en Llanes y su entorno. Fuimos un día andando hasta Llanes a través de un camino que sale muy cerca del hotel y que nos llevó 40 minutos, primero cerca de la vía de FEVE y después por un parque que bordea el río.

Si siempre se nota cuando estás con alguien que disfruta de su trabajo, en El Habana esto es palpable. Sirio destila entusiasmo por lo que hace, y su buen oficio, el de su mujer y el de todo el personal se transmite en el amor puesto en el jardín, en la decoración, en el ambiente, en los aromas... En fin, en hacer que uno no sólo se sienta como en casa, sino mejor que en casa.


Piscina del hotel El Habana

No me extraña que sea difícil reservar en El Habana; está muy solicitado y cuenta con doce habitaciones, así que si queréis alojaros en este pequeño paraíso asturiano, no dudéis en reservar con suficiente antelación, ya que se llena pronto. No me extraña, tampoco que sea uno de los hoteles omnipresentes en la famosa guía de Fernando Gallardo, Hoteles con Encanto y que pertenezca a clubes de calidad como Rusticae y Casonas Asturianas. Se lo han ganado a pulso.

Si te han entrado ganas de alojarte en este bonito hotel, sigue este enlace y contribuirás al mantenimiento del blog.

Siempre merece la pena viajar a Asturias y si además te alojas en El Habana, el viaje habrá merecido doblemente la pena.


Lo mejor de El Habana: el jardín, el ambiente y la atención. ¡Ah! y estar en Llanes, uno de los pueblos más bonitos que conozco.

Lo peor de El Habana: pensando, pensando... lo peor es no saber cuándo volveremos.

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