Cuando a finales de junio visitamos Madrid para ir a un musical nos quedó tiempo el domingo para hacer una visita cultural y decidimos acercarnos al Museo Sorolla.
Llevábamos tiempo con ganas de visitar la casa museo del pintor valenciano y no se nos había presentado la oportunidad, por unas razones u otras, hasta ese día de junio. A pesar del intenso calor no dudamos en tomar el metro y plantarnos en una de las tranquilas calles adyacentes para visitarlo.
Según se llega al museo llama la atención el bonito jardín con aromas mediterráneos que asoma por la verja, así como el color amarillo del palacete, uno de los pocos que quedan de la época en esta zona de Madrid.
Cuando Sorolla encargó esta vivienda ya era un pintor consagrado y en ella vivió a partir de 1911 en compañía de su mujer y sus hijos. Él intervino en el diseño solicitando una zona de trabajo amplia y con luz directa desde la gran apertura en el techo del taller, salones para recibir grandes y elegantes y una zona de servicio también de gran tamaño.
La tierra valenciana del pintor se refleja en los azulejos, los naranjos, el patio (aunque sea de estilo andaluz), los colores, etc. Logra traer un trocito del Mediterráneo al centro de Madrid y por momentos uno piensa que va a salir y encontrarse en la Malvarrosa.
La estancia que más me gustó y que más llama la atención del visitante de la casa de Sorolla fue sin duda el magnífico taller. Con luz cenital, altísimo techo y una amplitud increíble, destacan sobremanera las obras del maestro que se conservan allí y que son exponente de lo más famoso de su trabajo.
De lejos, en cuanto se entra se ve a las dos mujeres que pasean con sus vestidos blancos por la playa. Este precioso cuadro concentra la atención del visitante y junto con otros dos de motivo playero siempre estuvo en este lugar. Está rodeado de cuadros de jardines y retratos, también habituales en la obra del pintor.
Dibujos de pequeño formato, útiles de pintura en botes de cerámica, caballetes y acuarelas; todo esto y mucho más se puede encontrar en esta habitación en la que puedes imaginar perfectamente que Sorolla fue feliz.
En la otra de las salas que fueron taller y almacén del pintor en la planta baja se encuentra otro bello cuadro, el de su mujer después de haber dado a luz a uno de sus hijos, puro blanco en el que sólo resaltan las cabezas de madre e hijo.
Las estancias nobles de la casa sorprenden por el detalle de la decoración con estucos y pinturas al fresco que recuerdan los estilos de pintura pompeyana en el comedor y por la bonita rotonda acristalada del salón en la que se sitúan distintas esculturas que retratan a la familia del pintor y a él mismo.
En la primera planta se encontraban las habitaciones familiares y se reformaron para albergar espacio expositivo hace ya unos años.
El jardín también tiene reminiscencias del sur, y más concretamente del Alcázar de Sevilla y de la Alhambra de Granada con sus fuentes y plantas que trajeron expresamente para Sorolla y que plantó personalmente. Pérgolas, estatuas, rincones con bancos y el ambiente exuberante de los jardines andaluces se transmite perfectamente en esta parte de la casa en la que el pintor puso especial interés.
Joaquín Sorolla no sólo habitó este bonito lugar que hoy es museo sino que estuvo involucrado directamente en todos los detalles de su construcción, por lo que el Museo Sorolla lleva doblemente el alma del artista en cada rincón.
Si estáis en Madrid no podéis dejar de visitar este lugar y a los que vamos de vez en cuando también os recomiendo sacar tiempo para una visita fuera del circuito del arte habitual, una visita que no os dejará indiferentes.
Datos prácticos Museo Sorolla:
Dirección: General Martínez Campos, 37
Metro: Iglesia, Rubén Darío y Gregorio Marañón.
Horario: De martes a sábado: 9:30-20:00
Domingos y festivos: 10:00- 15:00
Cierra: lunes, 1 de enero, 1 de mayo, 24, 25 y 31 de diciembre.
Precio de la entrada: 3€ /Reducida: 1,50€
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