12/8/15

Parador de Ávila

La primera parada de nuestras vacaciones de verano de 2015 la hicimos en el Parador de Ávila. Teníamos ganas de visitar la edición teresiana de las "Edades del Hombre" y de paso alojarnos en este lugar histórico.


Una de las primeras cosas que me gustaron del Parador abulense fue el contacto con el cliente días antes de la llegada, facilitándote la información de acceso. Esto es realmente cómodo, ya que si no, es fácil perderse en la maraña de calles estrechas y de direcciones prohibidas que abundan en el centro.


Parador de Ávila fachada

Pertenece este Parador al grupo Esentia que, de entre todos los alojamientos de la cadena, engloba a aquellos que conservan lo esencial de la misma: estar situados en edificios históricos llenos de arte a los que mediante su incorporación a la red ayudan a rehabilitar, conservar y dar a conocer.

Realmente el antiguo palacio del regidor Juan de Henao es un lugar excepcional. Su localización junto a la muralla, que recoge su jardín y a la que antes se podía acceder directamente, le proporciona una singularidad única que se ve acrecentada en cada rincón, en cada piedra y en cada escudo.

Su edificación data del siglo XVI, en el estilo habitual de las casas señoriales de Castilla del que quedan vestigios en el patio y la escalera. Ya a finales del siglo XIX fue adquirido por el marqués de Benavides, amante de la reconstrucción historicista y que levantó la torre para guardar en ella su inmensa biblioteca. 

El jardín del Parador destaca no solo por su situación junto a la muralla sino por los elementos arqueológicos que lo adornan: así podremos ver pilas bautismales, sarcófagos e incluso un verraco del siglo IV a.C.


Nuestra habitación en el Parador
Nuestra habitación del Parador.

Nuestra habitación, situada a la vuelta de la esquina de la escalera principal, era muy amplia. Decorada en tonos piedra, serenos y sencillos, con mobiliario en tonos oscuros contrastados, contaba con zona de lectura y sofá transformado en cama para Javier y se abría al jardín en un entorno de serenidad. El suelo de barro cocido se agradece en los días de calor y se cubre de alfombras de lana para el frío del invierno abulense.

El baño, bien dotado de todos los adminículos necesarios para el aseo, era correcto, nada ostentoso pero muy cómodo y bien distribuido. 

Vista del jardín
Vista del jardín desde la habitación.

En el aspecto gastronómico sólo puedo decir cosas buenas del Parador de Ávila. El día de la llegada, acalorados y con poca hambre nos tomamos unas cuantas tapas en la terraza con vistas al jardín, a la sombra y con fresquito. Unas buenas migas de pastor, con albóndigas y calamares nos bastaron de sobra para comer. 

El desayuno, como siempre, espléndido en el restaurante Piedras Albas (el nombre del palacio que lo alberga), muy variado y repuesto a tiempo según era necesario. ¡Qué gusto desayunar con la muralla de Ávila al alcance de la mano!

Mención aparte merece el menú dedicado a Santa Teresa. De hecho, lo comentaré en un próximo post.

El personal del Parador, con su director José Menguiano al frente, destaca por su simpatía, disposición y capacidad de informar de todo aquello que se le pueda ocurrir al viajero.

Si este año teresiano, o cualquier otro, vais por Ávila, no dejéis de visitar este palacio y si podéis alojaos en él. Estoy segura de que os cautivará por la historia que alberga, por sus vistas únicas y por la paz que en él se siente.


Lo mejor del Parador de Ávila: su localización en el centro de la ciudad y junto a la muralla, su situación en un palacio renacentista recuperado y el cuidado de sus interiores.

Lo peor del Parador de Ávila: tenerse que marchar de este remanso de paz e historia.

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