Pudimos disfrutar muchos rincones por los que habíamos pasado con rapidez en otras ocasiones. Uno de éstos es la plaza de la que quiero hablaros hoy: la magnífica Plaza de la Quintana.
Se divide esta Plaza en dos partes: la explanada que está bajo la escalinata o Quintana de los Muertos y la que está por encima o Quintana de los Vivos. Así se recuerda que lo que hoy es lugar de reunión, conciertos y conversación fue en su momento camposanto.
La cabecera de la Catedral ocupa el lado oeste de la Plaza. Tras sucesivos añadidos en el templo románico, en 1660 se llega a la conclusión de que hay que unificar y dar sentido a la construcción ocultando dicha cabecera con el largo lienzo que hoy podemos contemplar. Se abrieron, no obstante las cuatro puertas que ahora se observan, para mantener la organización y los accesos a la Catedral tal y como estaban antes. Así, en la parte superior de la escalinata se encuentra la puerta de los Abades por la que accedían los monjes del monasterio de enfrente, el de San Pelayo, que cuidaban la Catedral.
En el lado sur de la plaza de la Quintana, a la derecha según se sube desde la de las Platerías, se encuentra la Casa de los Canónigos. Fue realizada en 1709 por Andrade para que fuera vivienda de los canónigos de la catedral. Llaman la atención las enormes chimeneas que asoman por su tejado y que son elemento característico del barroco compostelano.
Opuesto al lado de la Catedral, se extiende el impresionante muro del monasterio de San Pelayo de Antealtares. Sorprende por su gran tamaño y la sensación de robustez que da con su sillería, sólo rota por sus ventanas con celosías y geranios. Fue el primer monasterio fundado en Santiago aunque diferentes acontecimientos lo hicieron casi desaparecer, pasando sus dependencias a acoger estudiantes pobres, en lo que fue uno de los gérmenes de la Universidad. Desde 1499 es morada de la orden benedictina femenina.
Esta bonita casa cierra nuestro recorrido por la plaza de la Quintana, en la que ocupa su lado norte. Es una construcción barroca del siglo XVII y es famosa por las frutas talladas en su fachada. Al igual que otras edificaciones de la plaza fue obra de Domingo de Andrade. En el siglo XX se le añadió un piso y la balaustrada que la remata. La parra que se enreda al balcón principal le da nombre y le aporta un toque de color. Hoy en día es una sala de exposiciones.
Si tenéis la suerte de visitar Santiago, y por tanto disfrutar de ella y de Galicia, no dudéis en pasear por esta plaza. Sentaos en el banco del monasterio y escuchad, escuchad las voces de la piedra, de los vivos y de los que por allí pasearon en algún momento lejano.
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