Visitar la Catedral de Zamora
En fin, ante tal situación nos contentamos con la Catedral, y fue mucho, ya que el templo catedralicio es inmenso y ofrece al visitante un exterior hermoso con un bello cimborrio y un interior que se visita con la asistencia de una audioguía que te explica todos los detalles.
Este bello templo románico se terminó de construir en 1174 siendo monarca Alfonso VII. Diversas vicisitudes lo han ido transformando y cambiando su fisonomía; un incendio a finales del siglo XVI o el fatídico terremoto de Lisboa de 1755 fueron algunas de las más destacadas.
Maestros franceses de la región de Périgord trabajaron en ella y por lo menos dos maestros diferentes se ocuparon de los pies y la cabecera respectivamente.
La entrada de la Catedral de Zamora se sitúa en una pequeña puerta adyacente a la portada septentrional. Sorprende esta última por su estilo clásico a modo de gran arco de triunfo coronado por un frontón; tras un incendio ocurrido en el antiguo claustro en 1591 hubo que rehacer este último y se añadió el atrio y la portada que hoy reciben al visitante.
Por el claustro, de corte clásico e inspirado en el estilo herreriano se accede al espacio habilitado como museo catedralicio, primera parada de la visita. Es pequeño pero está muy bien surtido de obras de arte, algunas procedentes de parroquias de la diócesis. Dos tablas de Fernando Gallego de finales del siglo XV o una Virgen con Niño y San Juanito de Bartolomé Ordóñez, del siglo XVI son de las piezas más interesantes.
Cuando finalmente el visitante accede al interior del templo, se encuentra de frente con un fresco dedicado a San Cristóbal, patrono de los viajeros y caminantes y que, situado en un lugar bien visible en muchos templos, hace que quien lo ve esté protegido por un día de una muerte súbita, según la tradición.
El trascoro impide ver de manera longitudinal todo el templo, algo que siempre pienso que es molesto, ya que no deja gozar de la amplitud y las hechuras de las iglesias así distribuidas. Pero son cosas de la evolución de las construcciones longevas. Cada uno quería dejar su impronta y la mezcla de estilos es inusitada.
A los pies del trascoro y de la nave central se levanta la magnífica capilla de San Ildefonso. Alrededor de la puerta de acceso diversas pinturas narran la vida del santo; en el interior hay una auténtica mezcla de obras, algunas realmente interesantes. Así el altar de plata que actualmente se sitúa allí, dando muestra del buen hacer de los orfebres de la región.
A mano derecha destaca una de las primeras obras de Fernando Gallego, el retablo del santo titular de la capilla. Las tablas centrales están algo deterioradas por una gotera mal situada. Los rostros de los santos de la parte inferior destacan por su expresividad y por el detalle de la ejecución.
Saliendo de la capilla de San Ildefonso y justo a su izquierda, otra capilla destaca por el bellísimo sepulcro gótico que se aprecia desde fuera, ya que la reja impide acercarse. Aquí yace el doctor Grado, canónigo de la catedral que se reservó este lugar para su descanso eterno. El sepulcro, de arenisca y alabastro, es realmente bello. Su talla delicada, llena de detalles iconográficos, y la cantidad de personajes que en él aparecen (personajes del Antiguo Testamento, profetas, figuras de niños, vegetales y un Calvario), lo convierten en uno de los más interesantes de España.
Es una escultura de indudable maestría y belleza que transmite a la perfección el sufrimiento de Cristo en la cruz y lo hace humano y cercano en su dolor. Es una de las imágenes con más devotos de la ciudad de Zamora y procesiona dos días durante Semana Santa.
Si hay un elemento característico en la Catedral de Zamora ese es el cimborrio. Se atribuye al maestro Girald Fruchel, de origen francés y cuya estancia en Zamora en la época de edificación del cimborrio está acreditada. Él fue responsable de otras obras en Ávila donde dejó la impronta del estilo tardorrománico ya con primeras influencias góticas.
Fue realizado en los últimos años del siglo XII y guarda influencias bizantinas y francas. Las pechinas que soportan el tambor son de influencia bizantina, y son una solución que ya se usaba con frecuencia en el Périgord, región de origen de los maestros constructores de la catedral.
El tambor, abierto en múltiples vanos que iluminan la catedral, se usa con gran éxito en Zamora, donde además dicho tambor se aprecia al exterior, rematado por una cubierta nervada y recubierta de escamas. Las cuatro torrecillas que rodean a la cúpula sirven además de contrarresto del peso de la misma.
En el interior, la belleza y singularidad de la cúpula la convierten en el elemento más interesante, arquitectónicamente hablando, de la catedral. Se debe señalar como curiosidad que entre la cara interna de la misma y la externa del cimborrio hay un relleno de hormigón.
Tal fue el éxito de esta construcción original y única que en la ribera del Duero y alrededores surgieron a su modo y manera otros cuantos cimborrios únicos: así la Torre del Gallo de la Catedral Vieja de Salamanca, la Lugareja de la Colegiata de Toro y la Torre del Melón de Plasencia (algo más al sur).
En un edificio con tanta historia como la Catedral de Zamora es fácil encontrar tesoros en los que fijarse a poco que seamos curiosos: el coro de influencia flamenca realizado por el maestro Juan de Bruselas es todo un compendio de santos en una exhibición única de tallas de gran calidad.
A mí me sorprendió que en la capilla mayor el altar estuviera formado por una obra del XVIII, ideada por Ventura Rodríguez y realizada por artistas italianos. Quizás se vea algo fuera de lugar bajo las bóvedas góticas que sustituyeron a la cubierta románica. Pero, como suele suceder, los tiempos evolucionaban e iban añadiendo estilos.
En una de las naves laterales una pequeña hornacina colorista llama la atención por su curiosa representación de la Transfiguración de Cristo rodeado de apóstoles y profetas. Es realmente única por la policromía y el detalle y sobre todo por su origen, de la época de construcción de la Catedral y porque nos ha llegado de manera casual, ya que se descubrió hace pocos años al levantar la capa de yeso que la cubría.
Si hemos entrado a la catedral por el claustro, ahora la salida la encontraremos en el lado sur, en el transepto, por la llamada Puerta del Obispo. Esta portada románica es ejemplo de que las cosas no se hacían al azar, aunque estuviéramos en el siglo XII.
La portada sur está llena de referencias geométricas y medida hasta el último detalle. Se aprecia completamente desde enfrente, justo en la puerta del Palacio Episcopal. Es la única portada románica de la Catedral que queda ahora visible desde el exterior. Destacan en ella los lóbulos apretados de las arquivoltas de la puerta, denominados rollos zamoranos. Está dividida en tres calles verticales y tres cuerpos horizontales. Las puertas falsas en las calles laterales cuentan con tímpanos historiados de estilo románico.
La Virgen en Majestad, tallada con gran detalle, se sitúa a mano derecha, mientras que el relieve de San Pedro y San Pablo está a la izquierda de la puerta de entrada al templo.
Datos útiles para visitar la Catedral de Zamora.
- Horario: de 10:00 a 14:00 por la mañana y por la tarde entre las 16:30 y las 19:00 en invierno y de 17:00 a 20:00 en verano.
Durante Semana Santa y algunos puentes el horario es ininterrumpido. También se realizan visitas nocturnas en algunas fechas concretas. Para conocer cuándo, lo mejor es preguntar en la Oficina de Turismo.
- Precio de la visita: 5€; 3€ tarifa reducida y gratuita para menores de 12 años y domingos por la tarde.
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