Si en Tokio ya nos encontramos el problema del espacio (para tres), en Kioto se añadía que, en habitación doble, te dejaban compartir cama con el niño, ya bastante grandecito, pero no poner cama supletoria.
Así que con el Rihga Royal dimos en el clavo ya que ofrecían habitaciones triples, con camas amplias y en un espacio más que suficiente de 27 metros cuadrados en total.
Es un hotel muy grande y feo por fuera, típico hotel de negocios, pero ha sido renovado en 2016, con lo que el aspecto algo pasado de moda que tenía hasta hace poco ha cambiado muchísimo.
Una de las grandes ventajas del Rihga Royal es su estupenda localización a 5 minutos andando de la estación de Kioto. Tras buscar alojamientos en zonas más bonitas, estos se disparaban de precio o no incluían la opción de 3 personas alojadas.
Como nos movíamos en tren por Japón, el estar tan cerca de la estación era un plus, y si además tenemos en cuenta que la gran mayoría de los autobuses urbanos que van a las zonas de interés, salen también de la estación, el acierto está asegurado.
Además, un pequeño autobús hace la ruta estación-hotel prácticamente durante todo el día, saliendo de una curiosa sala de espera en el hall del hotel y de una parada de microbuses hoteleros que hay en la salida Hachijo-guchi de la estación de tren de Kioto.
No hay que reservar plaza en este microbús, lo mismo tienes que esperar algo si va lleno, pero como está tan cerca no tarda más de 15 minutos en hacer todo el recorrido. Merece la pena si vas cargado, estás cansado (como tantas veces al volver de excursiones) o llueve a cántaros.
La recepción del Hotel Rihga Royal es muy amplia y está decorada sobriamente en tonos grises con elementos que recuerdan al bambú. Los mostradores cuentan con un montón de personal eficiente para hacerse cargo de tus maletas, y hacer un registro rápido.
Además tiene servicio de "concierge" para cualquier tipo de reserva o recomendación. En este hotel hablan bastante bien inglés, por contra en el de Tokio dejaba algo que desear. Hay también un cajero automático para sacar yenes con una comisión más que razonable.
El personal era extremadamente amable y en todo momento estaban con la sonrisa en la boca. Nuestra habitación estaba en la sexta planta y cada día teníamos que dar un pequeño paseo para llegar a ella, ya que el hotel es grandote y los pasillos parecen interminables.
Eso sí, recuerdo muy entretenido ver la decoración sutil de cada puerta con delicadas figuras de flores junto al número de la habitación. Todo muy suave, muy japonés.
Nada más entrar en nuestro cuarto había un armario con baldas y pocos cajones que se complementaban con los del escritorio. A mano izquierda estaba el baño, no muy grande, pero muy bien equipado con uno de esos WC que tanto me fascinaron.
Las camas eran individuales, de 125 centímetros de ancho, es decir amplias, amplias. Entre ambas había una pequeña mesita y cerca de la ventana, el sofá estaba transformado en cama. Esta era bastante aceptable en cuanto a tamaño y comodidad.
El escritorio con calentador de agua, televisión de pantalla plana y una mesita ideal para cenas en la habitación completaban el equipamiento de la misma.
En uno de los cajones del escritorio estaban dispuestos tres yukatas de algodón para andar cómodos en la habitación. Además había zapatillas y productos de baño de Laura Ashley.
En una misteriosa caja de madera junto al lavabo había un montón de cajitas de colores: cepillos de dientes, peines, máquina de afeitar, cosméticos de la marca Pola y muselinas de algodón para desmaquillarte perfectamente. Y cada día reponían 3 cosas de todo. ¡Un paraíso!
En el aspecto gastronómico el Hotel Rihga Royal está muy bien surtido ya que cuenta con siete restaurantes de todo tipo de especialidades, aunque muy caros. Eso sí, el el que está en el piso más alto tiene una plataforma giratoria para ver Kioto desde muchos puntos de vista.
El desayuno lo solíamos hacer en la estación, en alguno de los múltiples sitios que hay, y el último día lo tomamos en el restaurante junto a recepción. Fue algo caro pero mereció la pena para tener fuerzas con tanta oferta gastronómica.
Otro servicio que usamos en el Rihga Royal fue la piscina. Se sitúa en el sótano y abre hasta más o menos las 9 de la noche. Dos días que acabamos especialmente acalorados bajamos a darnos un baño antes de salir a cenar. El precio es módico, ya que no llegaba a 5€/dos personas y por eso mismo, por tener que pagar, estaba casi vacía. Era muy grande y tenía hasta un cuidado jacuzzi.
Todo un hallazgo para relajarnos. Precisamente, la primera noche que nos bañamos Javier y yo mi marido nos esperó en el vestíbulo y...¡oh, sorpresa! Un autobús paró y de él bajó un grupo de geishas para asistir a una reunión de empresa en las que suelen amenizar con sus artes tradicionales.
Le dio mucho corte pedirles hacer una foto de cerca, así que esta que os muestro es la única que sacó.¡Qué lástima! Me hubiera gustado verlas.
Precisamente esos días parte del vestíbulo estaba adornado con miniaturas del festival Gion Matsuri que se celebraría después de nuestra marcha. Todo un homenaje a la tradición de Kioto en un hotel que tanto tiene en cuenta el detalle.
Si queréis reservar en este hotel hacedlo a través de este enlace y ayudaréis al mantenimiento del blog.
Lo mejor del hotel Rihga Royal Kyoto: su localización, su renovada decoración y sus detalles cosméticos.
Lo peor del hotel Rihga Royal Kyoto: lo caro de sus desayunos y de los restaurantes en general.
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