El Parador de Chinchón ha sido una de las sorpresas viajeras de este año. Reservamos una noche para el regreso a casa desde el País Vasco y así descansar en el largo recorrido.
Dormir en el Parador de Chinchón
Llegamos a Chinchón a primera hora de la tarde y algo acalorados en un día de agosto en el que el bochorno recorría España de norte a sur. Tuvimos que dar un pequeño rodeo para llegar a la calle de Los Huertos, en pleno centro del pueblo y a poca distancia de la famosa Plaza Mayor.
Allí se encuentra el Parador, ubicado en un antiguo convento agustino fundado por los primeros Señores de Chinchón en el siglo XV y que se trasladó al edificio actual en el XVII. Ya tenemos garantizado, pues, el estar en un lugar histórico conservado en gran parte gracias a la gestión como Parador.
Tras diversas remodelaciones, añadidos y vicisitudes varias, hoy en día se conserva el claustro adosado a la iglesia, la propia iglesia y la escalera del edificio original. La mampostería y el ladrillo son los materiales elegidos para su construcción y le dotan de cierto frescor que se agradece en el calor de agosto.
Cuando uno pasa la puerta principal no puede ni siquiera imaginar la sucesión de estancias del Parador y lo grande que es. Es la magia de estos edificios castellanos que muestran tan sólo una pequeña parte de todo lo que guardan detrás de sus muros.
El edificio del Parador se ha ido desarrollando alrededor de las tres estancias originarias. Se ha aprovechado de manera sabia la estructura del convento y la distribución de las celdas de los frailes, creando un espacio amplio y confortable decorado con materiales nobles, obras de arte religioso y obra gráfica de autores como Clavo y Goñi.
Las obras de conversión en Parador de este antiguo convento, que tras ser desamortizado en 1842 fue cárcel y juzgados, dieron inicio en 1972, finalizando en 1982. Hace pocos años se ha redecorado con muebles de líneas modernas, colores sobrios y materiales refinados y en plena concordancia con el lugar.
Al llegar al Parador tuvimos la alegría de recibir un "up grade" o mejora respecto a la habitación que teníamos reservada. Nuestra habitación fue la dedicada a la "Condesa de Chinchón", la número 108. Se trata de una espectacular junior suite de gran tamaño en la que un bonito salón decorado en azules y cremas.
Aparte estaba la zona de dormitorio, con cama adoselada, vigas vistas en el techo, rincón de lectura y todos los detalles decorativos que te puedas imaginar. Si en el salón había una tele grande, en el dormitorio otra más pequeña y, lo mejor, una terraza privada de gran tamaño con poyete toda alrededor, sillones y vistas al castillo de Chinchón. ¡Todo un lujo!
Aún nos quedaba la sorpresa del cuarto de baño, de enormes proporciones, con bañera de hidromasaje que no nos dio tiempo a usar, lavabo de doble seno, productos de acogida de todo tipo y espejos por doquier.
Los suelos de barro de la estancia proporcionan en agosto el frescor necesario y al estar cubiertos con alfombras de lana suave dan una sensación de confort estupenda.
Tras un poco de siesta era el momento de pasear por el Parador de Chinchón y de darnos un baño en su estupenda piscina.
Así hicimos el primer recorrido por los sucesivos patios y jardines del Parador. El claustro, con las sombras proporcionadas por los árboles y el sonido de la fuente acoge la terraza de la cafetería y está rodeado de una galería acristalada donde se exhiben un buen conjunto de obras de arte religioso.
Si antiguamente el arte tenía entre otros fines el de la enseñanza a la población iletrada, y mediante él se contaba la historia de las órdenes religiosas, hoy en día se ha preservado en torno al claustro que organizaba la vida conventual, dotándole de una nueva vida.
Atravesando la zona del claustro sólo accesible a personas alojadas llegamos a los jardines del Parador de Chinchón, que se reparten entre distintos espacios: la terraza de Los Castaños (donde cenamos esa noche a la luz de los farolillos), el Mirador, el Huerto y la antigua Entrada de Carruajes donde se ha situado la piscina.
Allí da gusto pasar la tarde bajo la cubierta de madera, en la tumbona o dándose uno un baño en la estupenda piscina, de buen tamaño, ideal para refrescarnos todo el rato que queramos.
Como teníamos contratada media pensión, la cena también la hicimos en el Parador y, como siempre en estos establecimientos, estuvo estupenda. Te ofrecen en este modo de alojamiento el menú de Paradores, con un montón de primeros y segundos a elegir más postre.
Asados tradicionales, bacalao gratinado y postres tan suculentos como la tartaleta de crema de anís son algunos de los platos que podréis probar allí.
El restaurante El Bodegón, especializado en Cocido de Taba, abre de octubre a abril. El desayuno, en el antiguo refectorio del convento, cuenta con todo lo que uno pueda querer y, entre los dulces tradicionales, destacaría los pestiños de las monjas de la localidad, buenísimos.
Como curiosidad histórica merece la pena contar que allí se alojó en tiempos del convento el archiduque Carlos de Austria, candidato al trono español y rival del Borbón, Felipe V, en la Guerra de Sucesión.
Sin duda un Parador que hubiera encantado a Don Benigno de la Vega-Inclán, el hombre que los imaginó y puso todo su empeño en crearlos.
Muchas gracias a todo el personal del Parador de Chinchón, especialmente a su directora, Nieves Montisi, que tan bien nos atendió y tantas cosas nos contó.
Lo mejor del Parador de Chinchón: su ubicación en un emplazamiento único, su bonita decoración, su oferta gastronómica y su piscina.
Lo peor del Parador de Chinchón: por decir algo, el acceso puede ser un poco lioso, especialmente esos días que estuvimos, que eran fiestas en la localidad.
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