Los riads se han puesto de moda últimamente como alojamiento en la Medina de Marrakech. Literalmente riad significa "casa con jardín", y desde finales de los años 90 se han restaurado infinidad de estas casas para reconvertirlas en alojamientos con encanto.
Quedarse en el Riad AnaYela, y no es exagerar, es entrar en otro mundo. Sobre todo cuando vienes de recorrer la medina de Marrakech, con sus olores, callejuelas y ajetreo. Pasas la cancela en recodo típica de estas construcciones y entras en un paraíso.
Dicho y hecho, para crear AnaYela se contó con la imaginación y el trabajo de artesanos locales, que con su técnica ancestral han sabido aportar la belleza de los interiores sosegados de este lugar.
Llegamos a Marrakech con retraso en el vuelo y bastante cansadas. Pero allí estaban para llevarnos hasta el Riad a través de una autovía con tráfico y por unas calles estrechas, una vez que entramos en la Medina. Según veíamos la dificultad de orientarnos allí nos empezó a preocupar qué íbamos a hacer cuando parara la furgoneta. ¿Cómo íbamos a llegar de noche hasta AnaYela?
Ningún problema, una de las grandes ventajas del Riad es que están pendientes del huésped hasta en el más mínimo detalle y éste, el de llegar bien hasta ellos, es fundamental. Chafique, una de las caras que más veríamos durante nuestra estancia, estaba esperándonos donde paró el coche.
Él nos guió por unos cuantos callejones hasta que abrió una puerta y ¡qué maravilla! el bello patio blanco de AnaYela se abrió ante nuestros ojos.
Nos llevó hasta nuestra habitación, a pie de patio, y nos dio tiempo suficiente para descansar un poco y deshacer las maletas antes de cenar. Habíamos quedado en que nos tuvieran cena y ¡menuda cena!
Fue nuestro primer y excelente contacto con la gastronomía marroquí gracias a Khadija, la cocinera, y tomamos una ensalada, pan anisado con distintas mantequillas, cuscús y tajine. De postre, naranja con canela para refrescar.
Después subimos a la azotea para bajar un poco el festín y ver la ciudad de noche. La tenue luz le daba un toque misterioso al color ocre de sus edificios.
Al día siguiente había que madrugar, así que regresamos a nuestra habitación, una belleza alargada, según la disposición del riad. En un lado estaba la cama, comodísima, con decoración árabe; delante de la estufa una mesa con aplicaciones de latón tenía un agua que reponían cada día y un montón de aperitivos en bonitos frascos.
El cuarto de baño era amplio, algo fresco en esta época del año (febrero) y contaba con un montón de detalles de cogida envasados bellamente en frascos de latón y cristal. Una gran bañera encastrada invitaba a darse un baño, aunque sólo nos duchamos, y los albornoces suaves eran chilabas con borlones en la capucha. ¡Todo detalles!
El desayuno está incluido en el precio de la habitación y se puede tomar en el patio, junto a la piscina o en la azotea. Nosotras lo disfrutábamos en el patio, a dos pasos de nuestra habitación y con la compañía habitual de un gorrión cantarín.
Yogures, ensaladas de fruta recién preparadas, mermeladas y mantequilla, zumo natural de naranja, bollería caliente, pan, café... en fin, todo lo necesario para recorrer Marrakech sin hambre durante toda la mañana.
Además, la presentación, como todo en AnaYela, preciosa y con unos colores que parecen pensados adrede.
Hicham y Faysal, con su buen inglés, nos facilitaron mucho las cosas a la hora de reservar transportes para ir al centro de la ciudad. Además, te dan un teléfono móvil convencional para acordar el traslado y decir en ese momento dónde te encuentras, esto te aporta un montón de seguridad cuando cae la noche y no te apetece perderte de camino al Riad.
AnaYela tiene además una bonita historia detrás, una historia que si sabes árabe podrás leer en las puertas de las habitaciones (unas puertas preciosas de madera y aplicaciones de metal).
AnaYela, "mi nombre es Yela", así empieza el relato encontrado en una caja durante la restauración de la casa, en una habitación tapiada. La historia de amor de la adolescente Yela y un muchacho del barrio, a escondidas y con encuentros en la azotea con vistas al Atlas, es digna de las "Mil y una noches".
¿A que es como para soñar este precioso riad? Si subes a la azotea podrás alcanzar una pequeña torre en la que una alfombra se extiende entre telas, en homenaje a Yela y su amado.
Así pues, si decides quedarte en la Medina de Marrakech, no dudes en elegir este lugar para descansar, soñar y comer pero que muy bien.
Muchas gracias a Andrea por la estupenda oferta que me hizo para conocer su riad, a Mehdi por su amabilidad y a todo el personal de AnaYela por convertirlo en un oasis en la bella Marrakech.
Si quieres reservar sigue este enlace y ayudarás al mantenimiento del blog.
Lo mejor del riad AnaYela: su decoración, personal y encanto a raudales.
Lo peor del riad AnaYela: su localización en la zona menos turística de la Medina puede imponer, pero te aseguro que están pendientes de ti en todo momento, así que no hay de qué preocuparse.
Precioso. Dormir en un riad es otro imprescindible en un viaje a Marruecos para mí. Me ha encantado, apuntado queda para alguna noche en Marrakech. Qué morriña me ha entrado...Un besazo Cris.
ResponderEliminarIr a Marruecos y no dormir en un riad es casi un pecado. Y más si se puede alojar uno en algo como lo que nos muestras. Me ha parecido muy cuidado y con buen servicio. Igual lo de la ubicación me desanimaría un poco, pero igualmente lo tengo en cuenta por si regreso a esta ciudad. Un abrazo
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