16/11/20

Parador de Benicarló, Castellón

A tan sólo treinta metros del mar, en la provincia de Castellón, se encuentra el Parador de Benicarló. Se trata de uno de esos paradores primigenios, con origen en los años 30 del siglo XX bajo la denominación de "albergue de carretera".

Hoy en día es un lugar ideal para relajarnos junto al Mediterráneo, con un toque algo retro pero con una clientela fiel que no lo ha abandonado ni en estos tiempos extraños que corren. 


Dormir en el Parador de Benicarló


Si hace unos años nos quedábamos en el Parador de Jávea y en otras ocasiones en el valenciano de El Saler, sólo nos faltaba el Parador de Benicarló para completar  el trío de la Comunidad Valenciana. Este pasado mes de agosto, con motivo del Festival de Música Antigua de Peñíscola nos alojamos aquí.

Parador de Benicarló


El acceso al Parador de Benicarló es sencillo ya que hasta pocos kilómetros antes se va por la autopista A7. Sólo hay que seguir las indicaciones ya en la localidad y siempre camino del mar. Justo al final, casi en la playa, se levanta este edificio en azul y blanco, de dos plantas y amplísimo jardín. De hecho, durante muchos años, disfrutó de su propia playa cortando el paso a los viandantes por el paseo marítimo. 

Ahora sólo hay que atravesar una gran puerta y cruzar para llegar a la orilla del mar. Un mar que está muy presente en todo momento ya que se ve desde algunas habitaciones, desde el jardín y, cómo no, desde la piscina. 

Tiene forma de rectángulo abierto por el lado marítimo y dependiendo de dónde esté tu habitación tendrás que dar una buena caminata para llegar a ella. Te aseguro que compensa el paseo ya que nuestra habitación se encontraba justo delante de ese Mediterráneo tan ansiado. A él se abría una terracita que no usamos demasiado por falta de tiempo pero que se agradecía. 


Parador de Benicarló


La habitación era sencilla y amplia, con todas las medidas de seguridad habituales en la red de Paradores frente al COVID. El suelo de barro y el amplio cabecero de hierro y ratán dominaban la decoración. En la entrada había un amplio armario y allí se situaba también el acceso al baño. Este era algo pasado de moda pero funcional, con todo lo necesario. 


Parador de Benicarló vista

En la última decoración del Parador se han adecuado los espacios comunes y se han decorado con litografías de Ginovart y Mompó. Los tonos pastel alegran la recepción y el restaurante, así como el azul es el elegido para los exteriores en combinación con el blanco.

Una curiosa escalera de caracol permite el acceso desde la última planta al jardín. Cada vez que la usábamos tenía sensación de viajar a los años 70. 



Parador de Benicarló escalera


Nosotros comimos los dos días que estuvimos en la parte de cafetería que cuenta con una buena carta de tapas a base de productos del lugar: pescados y alcachofa son algunos de los productos que podrás elegir y siempre con la mirada puesta en el jardín y más allá el Mediterráneo, leit-motiv del hotel. 

La amplitud de los espacios garantiza la separación tan buscada en época de pandemia. El desayuno se toma en el amplísimo comedor y en turnos previamente seleccionados para evitar aglomeraciones, una política que se sigue en todos los Paradores.

Parador de Benicarló salón

Sin duda la estrella del Parador de Benicarló es el maravilloso jardín y la enorme piscina. Da gusto reposar por la tarde con la brisa del mar y en la sombra de una de las muchas palmeras. No me extraña que haya fieles que repitan cada año porque si bien no es uno de los paradores más espectaculares, su buen hacer y tamaño familiar lo convierten en un alojamiento a tener en cuenta en la costa de Levante.

Un Parador que hunde sus raíces en los orígenes de la red pero que ha sabido adaptarse sin estridencias al paso del tiempo. 

Parador de Benicarló jardín

 

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