El Parador de Oropesa se divisa varios kilómetros antes de llegar a esta localidad toledana situada a escasos kilómetros de Extremadura y de Castilla y León. Un triángulo y cruce de caminos que lo han hecho como hoy lo podemos disfrutar. Sin duda es uno de los paradores que más mantiene su esencia histórica y tras Gredos, el segundo en abrir sus puertas en 1930.
Dormir en el Parador de Oropesa
Como sucede en la historia de Paradores, muchos de ellos han sufrido innumerables vicisitudes hasta convertirse en Parador. En este de Oropesa tuvo mucho que ver la intervención de Platón Páramo, hombre de singular visión (además de nombre) y boticario de Oropesa, quien vio la necesidad de crear un alojamiento digno en la localidad y pensó en el antiguo Palacio Condal.
El mismísimo Sorolla se alojó con don Platón cuando fue a pintar para su serie de la Hispanic Society de Nueva York a las mujeres y hombres de Lagartera, localidad que se encuentra a escasos tres kilómetros de Oropesa. El pintor valenciano, hombre de mundo y amigo de Don Benigno de la Vega-Inclán el fundador de Paradores, se asombró del modo de vida de Oropesa.
Así que, tras la remodelación y rehabilitación del Palacio de los Álvarez de Toledo abrió sus puertas en el año 1930 dando empleo a gran cantidad de habitantes de Oropesa que incluso tenían sus habitaciones en el Parador para dar servicio de 24 horas a los huéspedes.
Fue precisamente Francisco Álvarez de Toledo, quinto virrey del Perú y fundador de Cochabamba el primer dueño del Palacio Condal que se entrevera con el castillo con el que está unido y comparte espacios centrales, torres de origen andalusí y forma un conjunto muy singular.
El patio ha visto pasar a personalidades como Carlos I, Santa Teresa de Jesús y más recientemente a Sofía Loren y Cary Grant en el rodaje de "Orgullo y Pasión" del que todavía se recuerda que participó gran parte del pueblo como extras.
Es fácil llegar al Parador de Oropesa siguiendo las indicaciones y subiendo las calles hasta la imponente fachada que se abre en un gran arco para pasar hacia el patio antes mencionado. Allí se aparca el coche y tras entrar en la recepción sólo queda seguir las indicaciones para llegar a la habitación.
La nuestra se encontraba en la planta noble y se llegaba a ella atravesando el gran salón, decorado exquisitamente. Era amplia y contaba con zona de escritorio, armarios empotrados y sofá cama para Javier. El balcón, ligeramente abocinado, daba a la fachada principal y desde él teníamos vistas del pueblo, el jardín bajo nuestros pies y la Sierra de Gredos a nuestra derecha.
En contra de lo que yo pensaba antes de ir (los prejuicios no son buenos), el Parador de Oropesa es de lo más confortable y cálido y eso que estos día de finales de diciembre han sido muy fríos. El suelo aportaba calidez a una ambientación de tonalidades rojas y ocres pensada para ser acogedora sin perder ese toque señorial requerido por el entorno del Palacio Condal.
En la planta noble, muy cerca de nuestra habitación hay una sala muy distinguida y más pequeña que el gran salón, por ella se puede acceder a través de una puerta pequeña en una esquina a la celda donde vivió y oró un tiempo San Pedro de Alcántara. Este santo extremeño fue amigo y confesor de Santa Teresa de Jesús y es un privilegio contar en el Parador de Oropesa con este espacio singular que nos ha llegado a través de los siglos.
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