Traspasar las puertas del Parador de Santiago de Compostela como huésped es un verdadero privilegio. Más de una vez habíamos entrado a tomar algo y nos habíamos quedado embobados ante la belleza de su fachada plateresca.
Este verano algo convulso, y casi de casualidad, reservamos una breve estancia de camino al norte de Galicia y por fin pudimos disfrutar de los muchos tesoros de este Parador-Museo. Aquí os cuento nuestra experiencia.
Dormir en el Parador de Santiago de Compostela, Hostal de los Reyes Católicos
Allá por el año 1499 los Reyes Católicos mandaron levantar un Hospital Real para reposo y sanación de los caminantes que llegaban a Santiago en peregrinación.
La imponente mole de la Catedral se lleva todo el protagonismo en la plaza del Obradoiro y después, sin duda, la fachada plateresca del Parador de Santiago.
Se trata de uno de los hoteles más antiguos del mundo y siempre me había quedado la espinita curiosa de recorrerlo de palmo a palmo; el problema es que sin estar alojado no puedes pasar a ese esplendoroso interior.
Este año, por circunstancias de la vida tuvimos que cambiar el orden y los destinos de las vacaciones de verano, y aprovechando los puntos acumulados con el programa de "Amigos de Paradores", hicimos una parada en Santiago y dormimos una noche en su Parador.
Solamente la fachada ya daría para un post dedicado a toda la simbología y disposición de la misma. Fue el maestro Enrique Egas quien diseñó y realizó en parte, siguiendo el modelo que él mismo había utilizado en otros Hospitales Reales como el de la Santa Cruz de Toledo.
Martín de Blas y Guillén Colás realizaron la decoración central, dispuesta a modo de retablo; figuras, relieves, escudos de los Reyes Católicos, las armas de Carlos V, etc. están presentes entre todo el horror vacui plateresco. Adán y Eva, San Juan Bautista y Santa Catalina, así como Santa Isabel y Santa Lucía aparecen en las hornacinas laterales, amén de Apóstoles y reyes decorando los frisos.
La balaustrada que divide longitudinalmente la fachada fue añadida en el siglo XVII. Hay que torcer algo el cuello para admirar las diversas gárgolas que se asoman a la fachada y que varían en innumerables gestos y expresiones.
Nada más pasar la puerta se advierte una gran reja que divide los espacios públicos de los privados del Parador de Santiago. A mano derecha queda la recepción, donde además de la llave, toman nota de la matrícula del coche para pasársela como huéspedes alojados a la policía municipal y evitar la consiguiente multa.
Una gran mesa central decora la amplísima entrada y siempre que he ido la he visto profusamente decorada con jarrones de flores frescas.
El camino hasta nuestra habitación fue guiado y explicado por un botones que nos contaba las maravillas que íbamos pasando. Se organiza el Parador de Santiago en torno a cuatro patios con los nombres de los evangelistas. Los dos de delante son del siglo XVI, los dos de atrás, del XVIII. El Hospital Real fue creciendo según aumentaban las necesidades y así los estilos arquitectónicos se van sucediendo.
Abruman tantos espacios y metros que hay que recorrer y lo mejor es dejarse llevar por el sonido de las campanas o el rumor de la calle para saber si estás más o menos cerca de la entrada. Si queremos ser más racionales hay que decir que el Hospital tiene planta de cruz griega con cuatro patios. Los dos de atrás fueron reconstruidos en el XVIII al venirse abajo un corredor deteriorado y provocar varias muerte en el año 1752. Los patios posteriores se dejaron para peregrinas, despachos, hospicio y dormitorios.
No hay que olvidar que ha tenido funciones de hospital hasta mediados del siglo XX.
Nuestra habitación estaba precisamente cerca de uno de estos patios de carácter barroco, cuidado jardín y vistas a las torres de la catedral que está siempre presente. No tenía vistas, recordad que reservamos una de las últimas habitaciones en pleno verano xacobeo, pero estaba perfectamente equipada. Mobiliario vetusto y adecuado en el dormitorio, suelos de madera algo chirriantes y camas cómodas.
El cuarto de baño se aprecia mucho más moderno, con bañera y ducha separadas, doble lavabo y grandes espacios.
El patio de San Mateo, uno de los dos traseros, es de forma rectangular, tiene un cuidado jardín con la decoración original de la época de Hospital Real y un templete que es en realidad un pozo con columnas y cubierta semiesférica.
El de San Lucas, el otro patio trasero, me produjo cierta confusión en nuestro recorrido por su similitud con el anterior. Sin embargo sólo hay que mirar la estructura para ver la forma elíptica tan peculiar que posee; fue edificado en el siglo XVIII y mediante esa singular figura se libraba del espacio que ocupaba el archivo del hospital. Otro pozo lo preside levantado cual templete en el medio del jardín.
Los dos primeros patios, según se entra en el Parador de Santiago, son el de la Botica o de San Marcos y el de San Juan. El primero se construyó con piedra de Coimbra que sufrió los avatares de la lluvia de Santiago y acabó por desmoronarse. En el año 1555 Rodrigo Gil de Hontañón lo reconstruyó por completo (junto al de San Juan) y conservó elementos decorativos góticos como las gárgolas, los arcos conopiales, emblemas y fuentes. La fuente del patio de la Botica tiene las cabezas que retratan a Carlos V, Felipe II e Isabel Clara Eugenia.
En el patio de la Cocina o de San Juan, lo que más llamó nuestra atención además de la arquería renacentista fue la fuente. El agua brota por unas cabezas similares a las gárgolas que lo rodean y está rematada por una grácil figurilla de bronce.
Hay que curiosear y pasar algunas pesadas puertas para llegar a la Capilla Real, de estilo gótico y centro espiritual del Hospital Real. Fue obra de Enrique Egas y en ella lo más impresionante son las figuras escultóricas que decoran el crucero.
Estaban cubiertas por una red de protección pero aún así, se podía apreciar bien el impresionante trabajo decorativo. Desde la planta superior del crucero (que estaba justo al lado de nuestra habitación), los enfermos podían escuchar misa sin salir de sus camas.
A la hora del desayuno, hay que buscar el comedor de peregrinos que se abre a la plaza del Obradoiro. Aunque ahora sea Parador, y no barato, se sigue guardando la tradición de dar de desayunar, comer y cenar a los 10 primeros peregrinos que lleguen cada día con la Compostela debidamente sellada. Sin duda una merecidísima recompensa tras el largo Camino.
Lo peor del Parador de Santiago: el elevado precio y el ruido de los tablones del suelo de la habitación.
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