6/7/15

Diario de viaje Sudeste de Francia: de Aviñón hasta Aix-en-Provence

Hoy continúo con el Diario de viaje por el Sudeste de Francia que comencé hace unos días narrando los días pasados en Toulouse y Carcassonne. Tras visitar estas bellas localidades íbamos a pasar a una de las regiones más luminosas y populares de Francia: la Provenza.





Aquí habíamos decidido tener dos bases para no hacer demasiados kilómetros y nuestra primera parada fue la ciudad papal de Avignon.

Según pasaban los días hacía más calor, lo que nos desanimó en algún momento para hacer algunas visitas más que se quedaron en el tintero (sobre todo Arlés y Nimes). Bueno, así tenemos unas cuantas razones más para volver a estos bellos lugares.


Día 4: Llegada a Avignon y descubrimiento de la ciudad, que es mucho más que el Palacio.

El viaje entre Carcassonne y Aviñón fue un poco largo, aunque no mucho, y tuvimos que cambiar de tren en Nimes lo cual es siempre algo de incordio. Sin embargo los trenes eran excepcionalmente puntuales así que no perdimos nada de tiempo y alrededor de las 13:30 llegamos a estación central de la ciudad papal (hay otra más lejana).

Nuestro hotel estaba a apenas 5 minutos andando de la estación, así que fue fácil llegar y registrarnos. A esas horas ya teníamos algo de hambre y empezaba a hacer calor.




Ayuntamiento de Aviñón
El Ayuntamiento de la ciudad en la Place de L'Horloge.

A pocos metros del hotel se descubría la ciudad, luminosa y placentera, llena de vida. Por la Rue de la République pasamos por delante de iglesias, de casas con trampantojos, de una oficina de turismo cuidadísima y llegamos al final a la bonita Place de L'Horloge.

Recibe su nombre del antiguo reloj del ayuntamiento y aquí se encuentran algunos de los edificios más importantes de la ciudad, como la casa consistorial con sus banderas ondeantes o el Teatro de Ópera.

Más allá de esta plaza se abre el verdadero centro histórico de la ciudad: la Place du Palais con el maravilloso Palacio de los Papas, visita ineludible en todo viaje a esta zona y que haríamos con más calma al día siguiente. La plaza estaba llena a rebosar de gente, con el trenecito turístico de rigor ya localizado y con un sol de justicia.

Así pues, nos fuimos a comer a un restaurante a la vuelta de la esquina de la plaza y después regresamos al hotel entre el canto de las chicharras para echarnos una siesta y darnos un chapuzón en la piscina.


El Puente de Aviñón
El famoso Puente de Aviñón, dedicado a Saint-Bénézet. Patrimonio de la Humanidad.

Ya a la caída de la tarde nos fuimos callejeando hacia el río, un caudaloso Ródano esos días, donde se encuentra el famosísimo Pont de Saint-Bénézet. Estaba cerrado al público pero pudimos admirarlo en la distancia y recordar la famosa canción "Sur le pont d'Avignon".

El Palacio Papal y su imponente fachada fortificada brillaban en la oscuridad, y al estar a esas horas (no demasiado tardías) la plaza medio vacía, daba todavía mayor sensación de grandeza.



El Palacio de los Papas de noche
La imponente fachada en la noche aviñonesa.

Día 5: Por fin visitamos el Palacio de los Papas, y todavía nos sobra tiempo:

En un principio habíamos pensado visitar el Palacio el primer día y este segundo día aviñonés dedicarlo a Arlés o Nimes (ciudades muy atractivas y relativamente cercanas). Sin embargo, viendo el calor que hacía y que Javier estaba un poco cansado de tanto viaje, decidimos parar en Avignon, visitándola con más calma. Y puedo decir que me sorprendió gratamente salir del recorrido oficial a otras calles más recoletas y todas muy cercanas; son preciosas y merecen ser paseadas con calma.

En la Oficina de Turismo (¡qué buen wifi tenía en todo su entorno!), compramos una entrada combinada del Palacio y la exposición temporal de escultura contemporánea, y creo recordar que incluso nos hicimos con los tickets del tren turístico. ¿Creíais que nos habíamos librado?

Era media mañana cuando montamos en el trenecito que nos llevó por callejuelas umbrías y nos subió hasta la cima de las Roches des Domes, que cuenta con una vista magnífica de la ciudad y del entorno alrededor del Ródano.



Tallas medievales en el Palacio Papal
Ejemplo del arte medieval que podemos ver en el Palacio.

Se nos hizo tarde para visitar el Palacio y lo pagamos, porque a Javier se le juntó que estaba cansado del calor, con que la visita no le hacía demasiada gracia y con el hambre y la sed. Ni la enorme araña de Louis Bourgeois le hizo la menor gracia. En fin...
Al final terminamos casi a las 3 de la tarde y buscando un lugar para comer, que gracias a Dios, encontramos abierto a esas horas.

Muy cerca del restaurante y pasando un poco desapercibida visitamos ya con el estómago lleno la iglesia de San Pedro, una joya del gótico tardío. 

Tras descansar en el hotel salimos con la puesta de sol a dar nuestro tradicional paseo. Descubrimos la preciosa Place Crillon con sus mansiones barrocas y sus arquitectura mesuradas, nos fuimos por el Pont Dalader para apreciar la vista de la ciudad desde otra perspectiva y todavía nos sobró tiempo para que Javier se subiera al carrousel de la Plaza de L'Horloge y a cenar con tranquilidad en un restaurante cercano.

¡Al día siguiente viajábamos de nuevo!


Posando con el Palacio de los Papas, la plaza y la Torre del Reloj.
Posando desde el exterior de la catedral Notre-Dame-des-Doms.

Día 6: En TGV rumbo a Aix-en-Provence:

Si la estación central estaba muy cerca de nuestro hotel de Aviñón, la de alta velocidad o TGV, no; así pues cogimos un autobús urbano que nos llevó hasta ella en muy poco tiempo, tan poco como lo que tardamos en llegar a Aix-en-Provence: 20 minutos. Bastante más nos llevó el traslado a nuestro hotel, muy bonito pero no demasiado práctico para visitar la ciudad de las aguas (ya os contaré más en otra ocasión).

Tras la comida, algo de siesta también con música de chicharras y un rato de piscina, nos fuimos al centro. Para ello tardábamos más o menos 20 minutos en autobús así que entre unas cosas y otras empezó a atardecer cuando llegamos a la calle principal de la ciudad: el bonito Corso Mirabeau.


El animado Corso Mirabeau
El Corso Mirabeau a la caída de la tarde.

Esa tarde había mercadillo de cosas tradicionales de la zona: desde manteles coloridos a jabones y miel de abeja. Todo muy mediterráneo y lleno de olores. Enseguida nos familiarizamos con esta bonita ciudad, amable, cercana, llena de arte y de aguas termales (de ahí su nombre Thermes Sextius).

Las fuentes abundan por toda la ciudad y en su centro histórico es entretenido ir buscándolas, algunas con el agua bien calentita, las más con figuras barrocas de dioses acuáticos. Y todas con ese sonido tan relajante que es el del agua al caer.



Detalle de una de las fuentes de Aix
Unos hombres barbudos parece que soplan el agua de una
fuente en Aix-en-Provence.

Tras pasear un buen rato y cenar en una terraza, nos volvimos al hotel. El día siguiente sería largo y lleno de arte...

Pero eso ya os lo contaré dentro de unos cuantos días.




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