25/6/15

Diario de viaje Sudeste de Francia: Toulouse y Carcassonne

Por fin me animo a escribir un Diario de Viaje. Hasta ahora no lo había hecho, y qué mejor ruta para empezar que la que hicimos por el sudeste de Francia hace dos años, en el verano de 2013.





No quiero ser demasiado prolija y aburrida sino dar datos suficientes para ayudar a organizar un viaje similar, que recomiendo enormemente por lo atractivo de los lugares que visitamos. Fueron unos días de agosto intensos y divertidos, algo calurosos y con un peque de 6 años por entonces, con las limitaciones propias de la edad (de él y de la nuestra, ja, ja). Un viaje "slow", disfrutando de pequeños placeres como son los paseos, los cafés e incluso alguna siesta.

Empezamos pues con nuestros primeros 3 días de viaje por el sudeste de Francia.




Día 1: Llegada a Toulouse y paseos.


Llegamos a Toulouse, capital de Midi-Pyrénnées y primera etapa de nuestro recorrido, ya comidos y un poco cansados después de nuestro madrugón en Salamanca (donde estábamos de vacaciones) y del traslado a Madrid. Fue fácil llegar al centro, donde teníamos el hotel, en el bus que sale del aeropuerto y tiene distintas paradas.

Nuestro hotel de Toulouse era Le Pére Lèon, sencillo, recién estrenado y sobre todo muy bien situado y asequible. Tiene una parada de metro justo al lado y además está a un corto paseo de la Plaza del Capitolio.

Esa mañana el tiempo no acompañaba y al poco de llegar al hotel se puso a llover a cántaros, así que decidimos echarnos una siesta reparadora mientras escampaba un poco.

Después nos fuimos dando un paseo hacia la Plaza del Capitolio, centro urbano de Toulouse. Las calles de los alrededores del hotel están dedicadas a antiguos oficios artesanos y llenas de tiendas curiosas, jugueterías y librerías que harán las delicias de cualquier visitante.


Plaza del Capitolio en un día nublado
La Plaza del Capitolio de Toulouse en un día nublado.


La Plaza del Capitolio estaba llena de gente, ya que era día de mercado. Animada, bulliciosa y...¡con lluvia! No lo neguemos, es una lata llegar a un sitio y que esté lloviendo, a  mí por lo menos me molesta mucho pero como no hay mal que por bien no venga, decidimos tomar el tren turístico que recorre el centro de Toulouse. Ya podía llover, matábamos tres pájaros de un tiro: no nos mojaríamos, escucharíamos explicaciones más o menos interesantes y además Javier disfrutaría de lo que es su "especialidad": los trenes turísticos.

El recorrido fue interesante y nos dio una buena visión general del centro urbano mientras la lluvia seguía haciendo de las suyas. Poco pudimos pasear esa tarde, nos retiramos pronto al hotel, cenamos en el bistrot que hay en el mismo y que tiene larga historia, desde 1905, y nos fuimos a dormir cansados pero contentos de estar en tan bonita ciudad.


Día 2: Disfrutando de Toulouse en un día espléndido.

Nuestro segundo día en Toulouse fue soleado y pudimos aprovecharlo mucho, mucho. Como a nosotros nos gusta. Después de un desayuno aceptable en el hotel, nos fuimos de paseo hasta Los Jacobinos, espléndida iglesia que hay que visitar con calma y completamente: el dinero que hay que pagar por visitar el claustro, merece la pena.


La misma plaza con sol
La misma plaza con sol al día siguiente.


En este remanso de paz se pueden pasar las horas muertas, pero como queríamos conocer más cosas de Toulouse, nos fuimos por la vía Gambetta, llena de librerías, hasta la Plaza del Capitolio. Estuvimos viendo los signos del zodíaco del suelo y entramos por el espléndido pórtico al vestíbulo renacentista que comunica con la Plaza De Gaulle. 

En esta plaza está la oficina de turismo, una de las más bellas que conozco, emplazada en el Donjon o Torre del Homenaje. Merece la pena entrar para coger información y además ver la construcción por dentro.


Plaza Charles de Gaulle
Plaza Charles de Gaulle.


Tras refrescarnos en la preciosa fuente que sube y baja, donde Javier estuvo entretenido un buen rato, nos fuimos por la calle Taur (Toro) hacia la visita más importante de Toulouse: San Sernín. Aquí también hay que demorarse un poco para apreciar bien la importancia de esta iglesia de peregrinaje.

Comimos en un restaurante de comida rápida en la plaza Wilson y después Javier aprovechó para montar en un tiovivo retro de los muchos que vimos en nuestro viaje. Volvimos al hotel para echar una siesta pasando antes por la bonita plaza Saint-George, antiguo lugar de ejecución, ahora lleno de animación.

Tras descansar un rato nos fuimos hacia la catedral de Toulouse cruzando por un montón de calles con encanto y casas de entramado de madera que se han conservado perfectamente a lo largo de los siglos.

Todavía nos dio tiempo a volver a merendar algo a la Plaza del Capitolio, sentados en una terraza empezando a caer la tarde y disfrutando de la presencia de "speakers", músicos y animación sin igual.


Rue Taur
Edificios de ladrillo en la rue Taur.


Después nos fuimos hacia el Garona a la altura de los cruceros que salen del Quai de la Daurade; sin embargo como tendríamos que esperar bastante hasta la hora de salida del siguiente, decidimos pasear y luego cenar con tranquilidad, en vez de tomar el barquito (que hubiera sido buena opción si la espera no hubiera sido larga).

Pudimos disfrutar de un maravilloso atardecer junto al río y luego, de camino al hotel, entramos en el patio renacentista del Hotel d'Assézat, una joya semioculta que recomiendo a todos los que visiten Toulouse.

Terminamos el día cenando en una de las terrazas de la Place de la Trinité, llena de locales de copas y/o tapas para disfrutar de una noche relajada en el centro de Toulouse.


Atardecer junto al Garona
Atardecer junto al Garona.



Día 3: visitando una ciudad de cuento: Carcassonne

El tercer día tocaba tomar el tren para viajar a la ciudad medieval de Carcassonne. Al principio queríamos ir y volver desde Toulouse, pero luego cambiamos de idea pensando que estaría bien dormir allí y disfrutar de una noche en la ciudad cátara.

Como el metro tenía parada justo delante del hotel, el traslado a la estación no pudo ser más cómodo y en breve llegamos a coger el tren que en menos de una hora nos llevó hasta Carcassonne. Eso sí, la estación está en la ciudad baja, para llegar hasta la entrada de las murallas tuvimos que tomar un taxi. 

Como el acceso está muy restringido para coches, éstos te dejan en la zona autorizada y luego tienes que ir andando o en una furgoneta del alojamiento, por las calles de piedra y atravesando fosos y puentes levadizos. ¡No pasa nada! El único inconveniente era la gran cantidad de gente que había por las estrechas calles, siendo ya media mañana.


Murallas y torres de Carcassonne
Murallas y torres de Carcassonne.



Como nuestra habitación en el hotel Le Donjon no estaba lista, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad y llegamos hasta la entrada del castillo. Allí están las taquillas que aquel día de agosto tenían una cola considerable. Estuvimos casi una hora para comprar los tickets de visita al castillo y las murallas.


Al hacer mucho calor, decidimos ir a comer primero y luego, un poco más tarde hacer la visita. Esta es magnífica y puede demorarse tanto tiempo como quieras porque la ruta que se hace por el camino de ronda bordeando toda la fortaleza y admirando los alrededores es desde luego espléndida.


En una galería en las murallas
En una galería de madera en las murallas.



Nuestro hotel no tenía piscina pero daba la oportunidad de usar la del magnífico Hotel de La Cité, así que ni cortos ni perezosos, cogimos nuestros bártulos y nos acercamos a esa joya hotelera y nos dimos un estupendo baño en un entorno magnífico, entre la catedral de San Nazario y las murallas. ¡Qué gusto!

Antes de regresar a nuestro hotel entramos en la catedral, que es un bonito ejemplo del arte gótico del sur de Francia. Después, ya cayendo el sol, se notaba que los turistas de un día se habían marchado y había mucha menos gente por la calle, aún estando todo animado.

Acabamos el intenso día con un precioso montaje audiovisual sobre la historia de los cátaros y de la fortaleza en el patio del Castillo Condal. Muy interesante y bien realizado para terminar nuestra visita a Carcassonne, una verdadera ciudad de cuento.





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