Dormir en el Parador de Plasencia
El Parador de Plasencia se encuentra muy cerca de la Puerta de Coria, en el antiguo convento dominico de San Vicente Ferrer (llamado de Santo Domingo), que fue fundado por doña Leonor de Pimentel allá por el siglo XV en el lugar donde se levantaba la sinagoga mayor y parte del barrio judío.
A escasos cinco minutos de agradable paseo hasta la catedral placentina y a otros tantos de la Plaza Mayor, ofrece una sensación de sosiego que sólo los conventos transmiten. Ya la entrada por un lateral del edificio impresiona con su doble arco. La recepción maravilla con los inmensos techos y los corredores que se vislumbran junto a un patio.
Atravesando algunos de estos pasillos se accede al singular claustro renacentista, centro neurálgico del Parador, junto al que se sitúan el antiguo refectorio (en la actualidad salón de desayunos) y otras zonas comunes como la cafetería.
Han tenido la estupenda idea de colocar las distintas áreas en los espacios antiguamente destinados al mismo uso; así, si en el refectorio está el salón de desayunos, en las antiguas celdas de los monjes dominicos se sitúan algunas habitaciones. La mía estaba en en una de ellas.
Sobria y sencilla, con colores monacales y pocas florituras, destacaba por su buen tamaño, ya que tenía una zona de estar y luego el dormitorio propiamente dicho. Una amplia cama, dos ventanas al huerto y a los tejados de la ciudad y unas paredes de grosor "anti wifi" aseguran el descanso.
Mi experiencia de 2021
En este verano de pandemia he regresado al Parador de Plasencia. Visitar Plasencia es siempre un placer, hay que regresar a esta singular ciudad de Extremadura. He viajado con una amiga y nos han dado una estupenda junior suite. El aire monacal sigue existiendo como podéis ver en la imagen inferior, pero sin duda las instalaciones del Parador se han renovado. El baño estaba nuevo, con una gran ducha y todos los productos de acogida necesarios. En la mesa del salón había agua mineral y picotas del Jerte (¡qué delicia!). Así da gusto dormir.
Además, nuestra habitación se abría a la parte trasera del Palacio de Mirabel, del que podíamos observar parte del huerto. La calleja que lo bordea da buena cuenta de la judería placentera que hace siglos se encontraba en esta zona de la ciudad.
El desayuno es espléndido, como en todos los Paradores. Abundan los productos de la tierra, embutidos y quesos, así como delicias dulces de la comarca placentina. Da gusto demorarlo mientras se contempla el púlpito desde el que se leían las escrituras a los monjes a las horas de comer o el friso de azulejos de Talavera que rodea la sala en tonos azules y blancos. En este verano de 2021 estaban presentes todas las medidas de prevención del COVID-19, como es habitual en Paradores.
El día de mi llegada comí de tapeo en la cafetería del Parador, concretamente en una de las mesas del claustro renacentista. Fue un placer para los sentidos, el de la vista por la belleza del lugar, el del gusto por lo ricas que estaban las tapas de Torta del Casar y de "patatera", y el del oído por el silencio del lugar. Sólo se rompe, de vez en cuando, dicho silencio por el crotorar de las cigüeñas que anidan en los tejados del Parador.
En el primer patio, junto a la recepción, hay una terraza agradable para disfrutar las noches veraniegas y una piscina que ya apetecía en los calurosos días de mayo que pasé allí.
En el primer patio, junto a la recepción, hay una terraza agradable para disfrutar las noches veraniegas y una piscina que ya apetecía en los calurosos días de mayo que pasé allí.
En este verano de 2021 estuvimos alojadas en un fin de semana de ola de calor (pasados los 40 grados en buena parte de España). Se agradecía enormemente poder usar la piscina. No es muy grande, como veis en la imagen, pero se estaba de lujo a la caída de la tarde en el precioso entorno del Parador de Plasencia.
Si vais, pues, hasta Plasencia, y queréis completar vuestros días de historia, arte y paisajes de la bonita ciudad, no dudéis en alojaros en este Parador. El viaje será de este modo, si cabe, más completo. Viajar a Extremadura siempre merece la pena y hace que el viajero quiera regresar una y otra vez para seguir descubriendo rincones singulares.
Lo mejor del Parador de Plasencia: sin duda, su emplazamiento en el antiguo convento.
Lo peor del Parador de Plasencia: lo difícil que es aparcar en su estrecho y aprovechado parking.
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