Hace unos meses escribí dos post sobre las cosas que sí sé hacer cuando viajo y las que no. Me valieron para reflexionar un poco y fue divertido. Hoy voy más allá y gracias a este calor que me tiene un poco malhumorada he decidido lanzarme y compartir lo que NO me gusta hacer cuando viajo. Cosas, a veces inevitables, pero que me suelen poner nerviosa o simplemente me fastidian.
Como todas las manías del ser humano, porque esta retahíla lo son, tienen poco de racionales y son más bien eso, chifladuras que espero no aumenten según cumpla más años. Aquí van:
1. Deshacer las maletas: y mira que me cuesta ponerme a hacerlas... pero aquí está la ilusión del viaje, de ver que no olvide nada, que quepa bien, que no pese demasiado, etc.
Al volver no hay nada más deprimente que la casa que huele a cerrado (sobre todo al regresar en verano) y sacar luego toda la recua de cosas que cada uno va extendiendo por ahí según le parece. Tarda todo en volver a su ser bastante tiempo y da una pereza enorme.
2. Madrugar: sí, ya sé que cuando viajas fuera de España si no madrugas no ves nada porque a las 5 de la tarde está casi todo cerrado, pero... ¡no me gusta madrugar! Y aunque no me gusta, lo tengo que hacer, así que hay veces que llego a la obsesión y no duermo pensando que no sonará el despertador. Es una bobada y menos mal que no me pasa siempre, sólo cuando hay que tomar un vuelo o salir para llegar a una hora muy exacta. No confío en la tecnología de un sólo aparato y pongo la alarma en varios... Así tenemos una "serenata mañanera" que te da un buen susto.
Puerta de Ishtar en el Museo Pérgamo. Visita nocturna en 2007. |
3. Viajar en grupos grandes: hace muuuuuchos años, casi 20, que no viajo en nada organizado que vaya en grupos grandes. Ya tuve mis buenas dosis de este tipo de viajes cuando era más joven (bastante más) e iba con el coro en el que cantaba por los mundos de Dios.
Recuerdo esos viajes en bus, eternos, a Praga o a Viena, pasando por un montón de lugares, en los que al regreso no nos soportábamos de los días de convivencia. O peor aún, cuando íbamos a Estados Unidos y venga a dar conciertos y más cansados que nada saltaban chispas después de más de 12 días de visitas, comidas en McDonald´s de la región y mal-dormir (eso por nuestra tontería de los 20 años).
Desde entonces espabilé y gracias al invento que supuso Internet dije una y no más. Ya tuve mi dosis grupal (éramos "tropecientos"). Prefiero viajar con mi pareja o con amigos escogidos a los que ya tenemos cogida la medida (o sea los gustos y formas de ser de cada uno) y con los que se supone no pasa nada si cada uno va a su aire. Lo de ir en manada porque el listo de turno lo decidía, pasó a la historia.
4. Hacer filas: sí, más que colas. Sé que hay que esperar en mil y un sitios cuando se viaja pero es tedioso (para mí) ir en una fila haciendo una visita al ritmo de un montón de gente. ¿Y cuando te toca el típico pesado que no se mueve aunque tenga detrás una cola hasta la entrada?
No es cuestión de paciencia sino de mi impaciencia en estas cosas. Por eso a veces merece la pena ver cuándo se puede visitar el lugar deseado con menos gente. Y la apertura nocturna suele ser una buena opción.
5. Visitar palacios: esto es una súper-manía, aunque no la llevo muy lejos porque lo acabo haciendo, a pesar de mis quejas. Veréis, me encanta el arte, soy historiadora del arte en ciernes y lo que me echéis me apasiona (sin pasarse, que el arte de los últimos cuarenta años no me gusta especialmente) pero es que visitar palacios... ufffff ¡me supera!
Una habitación del rey/reina, otra, unos espejos dorados, el salón de caza, el de recibir, el gabinete y así en fila unos detrás de otros, ¿veis como no me puede gustar?
Tengo la teoría (muy particular) de que visto Versalles, el prototipo de palacio al que me resisto, vistos todos. Y aún y todo, como soy buena compañera de viaje he visitado Schönnbrunn y Hofburg en Viena, el de Aranjuez, el de Estocolmo y seguramente alguno más que no quiero recordar.
A cambio: me encantan los castillos, siempre y cuando sean recintos situados en un lugar estratégico y tengan mucho contenido dentro... con esto me refiero a diferentes recintos (aunque alguno sea palaciego). Mi ejemplo de estos lugares que disfruto: el Castillo de Praga. ¡Sí que es interesante!
Versalles en mi última visita allá por 2003. |
6. Comer en auto-servicios: ya la palabra no me gusta, ni en español ni en inglés "self-service". No soy demasiado especial con las comidas pero... ¿os habéis dado cuenta de que muchas veces la comida de estos sitios no lleva lo que anuncia?. Hay veces que he dudado de si comía pollo o pescado de lo duro que estaba éste. Y en la mayoría de las ocasiones te lo "emborronan" todo con salsa de color oscuro, para hacerlo más enigmático. Si voy a algún sitio de este estilo acabo cogiendo un bocadillo en el que por lo menos veo lo que como.
7. Ir a la playa: así en general, de vuelta y vuelta para ponerme morena... y llena de arena, con la piel pegajosa con las cremas y posiblemente quemada por ese sol tan estupendo que tenemos. ¡Ah! Y no olvidemos que a veces no hay duchas y te vas bien rebozado al coche de turno, con lo cual te puedes traer parte de la playa a Albacete.
Eso sí: me encanta el mar, su cercanía, los atardeceres que proporciona y la serenidad que me causa a pesar de esos pequeños inconvenientes.
Disfrutando de verdad del mar y del campo en Cantabria. Acantilados de El Bolao, año 2009. |
8. Tumbarme en el campo: aún cuando llevas una manta o toalla, lo de tumbarme sobre la hierba es superior a mis fuerzas. ¿Y por qué, con lo agradable que es estar en contacto con la naturaleza y sus sonidos y olores? Si no digo yo que no, que agradable es la naturaleza, que ofrece mucho más de lo que los urbanitas irredentos como yo creemos, pero... no hay día que no vaya a la piscina (campo, campo no es....está fuera de la ciudad y tiene césped cuidado y todo, pero es por poner un ejemplo) que no se me suban las hormigas y que circulen alrededor las avispas de turno (que además hay muchas más estos días por el calor). ¿A que me encantan estos bichitos tan majos y campestres?
Pues eso, que el campo en sí, si hay algo que visitar o disfrutar me gusta, pero ir por ir a dar una vuelta, pues como que no. Parafraseando a Paco Martínez Soria: "el campo no es para mí".
Estas son las cosas que no me gustan hacer al viajar. Alguna fobia, muchas manías y poco sentido común. Eso sí, ha sido catártico escribirlo de un tirón y me he reído recordando algún viaje que otro.
Hay que relajarse y disfrutar pero ¿a que dependiendo de las circunstancias un mismo destino os ha parecido una cosa u otra? Nos sentimos seguros en la llamada zona de confort y viajar es salir de ella aunque sea un poquito. Este post ha querido ser un reconocimiento de mis faltas como viajera aunque tengo buen conformar, no os creáis, y en general, soy buena compañera de viaje.
Por cierto ¿cuáles son las cosas que no os gusta hacer a vosotros?
Ja ja ja a mí sí que me gusta madrugar, cuando se viaja no hay pereza ;) un abrazote
ResponderEliminarHola Patri: pues sí la verdad, el viaje es buena excusa para el madrugón. Pero lo que peor llevo de todo es la "inquietud" que me entra pensando que no sonará el despertador. ¡Qué cosa más tonta por otro lado!
EliminarUn abrazo fuerte.
Cristina.
Ay, te entiendo perfectamente. A mí también me pasa, serán los nervios supongo. Lo típico de despertarte varias veces y mirar qué hora es, o la pesadilla de ¡me he quedado dormida! Ja ja ja
EliminarSiii, yo una vez me quedé dormida. Nos avisaron en el hotel de que estaba esperándonos el taxi a la puerta y estábamos tan panchos durmiendo porque pusimos mal el despertador, una hora más tarde de lo debido. ¡Qué recuerdos!
Eliminarjajaja Cristina todos tenemos nuestras manías... bueno si nuestras parejas ¡¡¡ nos la aguantan !!!
ResponderEliminarestabas hablando de los palacios y justo me imaginaba Versalles.
hablando de colas y filas, me chupé una de 3,5 horas para entrar al Orsay bajo la lluvia... por suerte mereció la pena.
lo de ir en grupos organizados ya lo dejé por falta de estimulo... no me gusta seguir la manada.
mejor no seguir jejeje que se nos ve el plumero.
Toma cola, María. Madre mía tres horas y media ni por todos los impresionistas del mundo. Ja, ja...Sí, me parece que se nos ve el plumero, pero chica, ¿sin nuestras peculiaridades qué seríamos?, pues más de lo mismo y ¡vaya rollo!.
EliminarUn beso.
Cristina.
Coincido en muchas de tus fobias, salvo en la del palacios...no entiendo mucho de arte, pero me gustan palacios, castillo y lo que me echen.... si bien al viajar con niños, reduzco la dosis para no quemarles.
ResponderEliminarSaludos
GranPumuki
¡Toma ya! Menos mal porque ayer según lo escribía me parecían tonterías (que lo son). Como con los palacios, chico, que no sé yo que pasa pero nada...Quizá sea que no me estimulan lo suficiente las artes decorativas. Y ya te digo que me gustan más los recintos tipo castillo como el de Edimburgo o Praga que tienen más contenido (desde mi humilde punto de vista).
EliminarSeguramente sea una manía viajera, sin más. De todo tiene que haber en este mundo.
Un saludo.
Cristina.
¡Por fin!! ¡¡Alguien más que no le gusta la playa!! Gracias, Cristina, sabía que algún día encontraría a esa otra persona en el mundo que no disfruta para nada lo de estar vuelta yy vuelta al sol, pasar calor y llenarse de arena, etc. etc. etc. Con lo bien que se disfruta el mar de otra manera. Me uno a lo de hacer fila y los grupos grandes. Tampco me gusta. Un abrazo grande y gracias por este post que me ha hecho sonreir más de una vez.
ResponderEliminarBieeen, menos mal Mauxi. Tengo un alma gemela en La Palma! Pues sí que tienes playa cerca, je, je. Lo bueno es que a mi marido le gusta aún menos que a mí (el plan "vuelta y vuelta"), así que no discutimos. Él y mi hijo son "blancos nucleares" que se queman al menor rayo de sol o sea que encima hay que andar con mucho cuidado.
EliminarMe encanta el mar y disfrutar de él plenamente con su cercanía, su vista y su sonido (ah, y el olor), pero chica, la playa como que no.
Me alegro de que te haya gustado el post. Sobre todo creo que este calor está haciendo mella en mí y estoy un poco protestona. Así que me vino bien hacerlo.Ja, ja
Un beso muy fuerte. Cuídate mucho.
Cristina.
Una publicación muy atrevida :P Coincido contigo en deshacer las maletas, me cuesta una eternidad animarme a hacerlo, y ya no tiene la misma emoción que cuando la haces cuando vas de viaje. También comparto esa adversidad a viajar en grandes grupos, no se viaja igual de cómodo ni se ven las mismas cosas ^^
ResponderEliminarMás que atrevida, creo que ha sido terapéutica y quizás por eso mismo atrevida, la verdad. ¡Vaya lío! En fin, me ha gustado compartir con todo el que quiera leerlas, estas pequeñas (o no tan pequeñas) adversidades que me encuentro al viajar.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Un abrazo.
Cristina.
jejeje, que post más divertido. Yo comparto contigo el primer no me gusta, yo de hecho, ODIO deshacer las maletas, eso sí, hacerlas me gusta un poco más :)
ResponderEliminarNetikerty, me alegro de que te haya gustado. Lo de las maletas es un horror...llegas cansada y parece que todo cuesta el doble. Uff, es horrible, no consigo poner orden hasta varios días después. En fin...¡cosas que tiene viajar!
EliminarUn abrazo.
Cristina.
Te gustan los Castillos, no tanto los palacios en eso estoy de acuerdo contigo. Y que me dices de los monasterios, con toda la belleza, historia y enigmas que encierran cada uno de ellos?
ResponderEliminarHola Rodrigo: los monasterios me encantan. Hay pocos sitios que me transmitan más paz que los claustros de estos lugares, de conventos y de cartujas. Son verdaderos oasis de paz a veces en mitad de ciudades bulliciosas.
EliminarUn saludo viajero.
Cristina.