Día 7: Visitamos Aix-en-Provence con calma.
Ya el día anterior, cuando estuvimos la tarde noche en la bonita ciudad de las fuentes, nos pareció preciosa y teníamos ganas de volver con calma. Así que después de desayunar tranquilamente en el jardín del hotel (ya os contaré más en un post próximo con los datos prácticos del viaje) iniciamos nuestro camino a Aix en autobús urbano para llegar no muy tarde.
Durante el verano de 2013 Marsella fue capital europea de la cultura y con este motivo había una gran exposición que teníamos claro nos apetecía ver: "Le grand atelier du Midi", repartida entre dos sedes, en Aix y en la gran ciudad.Sse exponían en el Museo Granet obras emblemáticas desde Cézanne a Matisse teniendo como argumento la zona del Mediodía francés que había servido de inspiración a grandes pintores.
Delante del cartel de la exposición. |
Lo pasamos bien en esta cuidada exposición con fondos propios del museo (que en otras circunstancias hay que visitar) y obras traídas para el acontecimiento. Al salir fuimos a la bonita iglesia de San Juan de Malta y luego continuamos por la calle Cardinal admirando las casas provenzales de fachadas ocres y las fuentes, que como la de los Cuatro Delfines, surgían en muchos rincones.
Comimos esa tarde en la plaza del palacio arzobispal, muy cerca de la catedral, en un restaurante con una atención tan antipática que daban ganas de irse... pero aguantamos por lo que habíamos tardado en encontrar mesa libre.
Después de comer entramos en la catedral de San Salvador, un original templo del que nos gustaron especialmente el claustro y el baptisterio. De paso, cuando hace tanto calor, se agradece el frescor y la oscuridad de las iglesias de piedra.
Rincón de Aix con la fuente de los Cuatro Delfines. |
Dedicamos un rato por la tarde a buscar información sobre Marsella en la oficina de turismo, un edificio bastante grande cerca del Corso Mirabeau y con un wifi que no hubo manera de conectar. Después nos fuimos a la rotonda de inicio del Corso para tomar el tren turístico de Aix, ¡no podía faltar! Si los otros trenecitos del viaje me gustaron, este me pareció cutre al tener la parada al sol y no cumplir en absoluto los horarios que anunciaba. Creo recordar que esperamos más de tres cuartos de hora, aburridos. El recorrido era bonito porque lo hacía por Aix, y esta ciudad es preciosa. Pero en sí, si lo podéis evitar, mejor. No os perdéis nada.
Tras cenar en una pizzería que nos había gustado el día anterior, emprendimos la vuelta al hotel ya que al día siguiente íbamos a Marsella.
Día 8. Hacemos una visita a Marsella y no la aprovechamos tanto como hubiéramos querido.
El día de Marsella no salió como nos hubiera gustado y posiblemente fuera por un cúmulo de circunstancias: el calor, el cansancio y el no poder cuadrar bien los horarios. Estas cosas a veces suceden al viajar, pero luego a posteriori te das cuenta de que habiéndolo pensado mejor quizás el día habría salido de otra manera.
Para llegar allí no hubo problema, con el TGV se llega en 15 minutos a la grandiosa estación de San Carlos, construida por el ingeniero Desplaces y que es un edificio verdaderamente bonito en lo alto de una enorme escalinata.
Vista de la explanada del Vieux Port arreglada para la capitalidad cultural de 2013. |
Después de algún despiste salimos a la Canebière, la avenida más famosa de la ciudad, que desemboca en el Viejo Puerto. Éste brillaba en los tonos claros de su pavimento y de los edificios que lo rodeaban bajo el sol de agosto. Estuvimos viendo los horarios de las distintas excursiones por la bahía hasta el islote de If y las que van por las Calanques, que deben ser preciosas, sin embargo eran demasiado largas para lo que queríamos o las más cortas requerían mucha espera.
Como no nos cuadraba nada y queríamos aprovechar la visita, nos pusimos tan contentos al divisar (creo que fue Javier el que lo hizo) el tren turístico. Buscamos la parada y vimos que había dos trayectos. Elegimos el más largo y lejano, el que iba bordeando la costa y subiendo poco a poco hasta la basílica de Notre Dame de la Garde.
No nos arrepentimos ya que el recorrido fue estupendo y nos permitió ver la Marsella junto al mar de clínicas de lujo y de barrios más modestos, además de disfrutar de las vistas desde un mirador y desde la propia basílica.
Vista de Marsella en la subida a Notre Dame de la Garde. |
La famosa iglesia que, protectora, se alza sobre Marsella es un mastodonte neobizantino que, igual que le pasa al Sacre-Coeur en París, aquí queda estupendamente aunque en otro contexto fuera un horror.
Las vistas desde las terrazas que la rodean por sí mismas merecen la pena y el interior, lleno de exvotos de marinos salvados de las aguas, llama la atención por su temática marinera y por los dorados mosaicos que la iluminaban por dentro.
Imagen de Notre Dame de la Garde rodeada de mosaicos. |
Lo bueno de este recorrido en tren es que te deja en la basílica un rato largo y puedes hacer la visita tranquilamente antes de regresar colina abajo hacia el centro de la ciudad.
Tras el paseo nos fuimos a comer y después nos dio tal bajón que decidimos adelantar el regreso a Aix en busca del fresco de la piscina del hotel y de algo de sombra.
Posiblemente dejamos edificios interesantes para visitar y algún paseo más por la zona antigua, pero hay días que no salen o que mejor haberse quedado en casa y éste fue un poco así.
El resto del día descansamos, preparamos la maleta para el regreso y cenamos en el jardín del hotel (con algún mosquito que otro, cosas del verano).
Día 9: Intentona de visita en Aix, paseo tranquilo y vuelta a Toulouse.
La mañana del último día en Aix tenía la típica morriña de cuando sabes que te vas de un lugar que te ha gustado mucho, pero para no tomarle demasiado cariño tuvo a bien picarme una abeja según íbamos a coger el bus a la ciudad para pasar la mañana. ¡Cosas que pasan, pero que sientan fatal y además duelen!
Teníamos la espinita de habernos perdido el Taller de Cézanne pero no fue posible visitarlo por los horarios, así que nos dedicamos a ver el mercadillo del Corso Mirabeau, a hacernos fotos en las fuentes y a curiosear en tiendas que estaban abiertas. Rematamos tomando café en Les Deux Garçons, emblema de la ciudad, antes de volver al hotel a por las maletas y regresar a Toulouse en TGV. Los casi 400 kilómetros entre las dos poblaciones los hicimos, una vez más, en los estupendos trenes rápidos en poco más de 4 horas, teniendo en cuenta que cambiábamos en Marsella.
Esa noche nos dimos el gusto de cenar en un bar de tapas de la Place du Capitole de Toulouse. Todo un lujo para terminar el viaje.
Día 10: Todo lo bueno se acaba y los viajes también.
Poco queda más que contar, el último día fue de madrugón ya que el avión salía a media mañana. Eso sí, lo compensamos con un desayuno también en el Capitole, en una cafetería que estaba abriendo a esas horas.
Después, el vuelo fue tranquilo y aún nos quedaban vacaciones en Salamanca así que, aunque daba pena volver no fue demasiado duro.
Vista de último momento mientras desayunábamos en Toulouse. |
Fueron diez días de viaje, de trayectos en tren y de arte, piscinas, castillos, calor y muchas novedades. Próximamente daré unos cuantos datos útiles para todos los que queráis hacer este recorrido o similar por el Sudeste de Francia. Merece mucho la pena.
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