Otra mirada sobre Cuenca, aunque famosa, es la que se abrió a través de la pequeña ventana del baño de mi habitación del Parador de la ciudad. Los gruesos muros enmarcaban la vista por excelencia de la ciudad: sus celebérrimas Casas Colgadas allá a lo lejos, en un momento de lujo difícil de describir por lo bello de la luz del atardecer y el paisaje urbano único circunscrito al espacio pequeño del vano.
La imagen de postal se corta normalmente ahí y nos hace olvidar que todo el centro histórico de la ciudad, donde nació Cuenca, se vuelca sobre las hoces (la del Júcar y la del Huécar) con construcciones de vértigo que se hundieron en la roca para crecer a lo alto, ya que a lo ancho no era posible.
La imagen de postal se corta normalmente ahí y nos hace olvidar que todo el centro histórico de la ciudad, donde nació Cuenca, se vuelca sobre las hoces (la del Júcar y la del Huécar) con construcciones de vértigo que se hundieron en la roca para crecer a lo alto, ya que a lo ancho no era posible.
A la salida del parador nos esperaba Pablo, el guía de Cuenca Viajes, quien con sentido del humor y sabiduría exenta de pedantería, nos explicó en el recorrido historia e intrahistoria de la ciudad. Delante de nosotros, la hoz del Huécar y el impresionante puente de San Pablo, a prueba de vientos y tormentas, esperaban para que cruzáramos al otro lado.
Desde el Puente, Pablo nos sugirió mirar hacia arriba para ver las increíbles formaciones de roca caliza formadas por la erosión. La mirada se dirigió hacia atrás para ver en lo alto la figura del Sagrado Corazón y de nuevo dejábamos de lado las vistas habituales para observar de otro modo.
Mirando hacia abajo y fijándote un poco podrás ver un sendero que va rodeando la hoz para deleite de andariegos y visitantes. Si no quieres atravesar el puente de San Pablo no tienes más que tomarlo para llegar al centro histórico desde el Parador.
Delante del Museo, en la Plaza de la Ciudad de Ronda, hermanada con Cuenca por evidentes razones de situación geográfica, Pablo nos propuso seguir realizando el paseo tradicional o hacer una ligera variación para tener otro punto de vista, de nuevo la mirada diferente; elegimos esta segunda opción y nos dirigimos hacia la antigua iglesia de San Martín para conocer un poco más ese tipo de edificación que identifica a Cuenca y que son muchas más que las tres Casas famosas antes mencionadas.
Si observas desde la parte trasera las edificaciones de la calle Alfonso VIII, verás unas estructuras similares a rascacielos de entre diez y doce alturas que aprovechan perfectamente el desnivel del suelo. Los habitantes de estos rascacielos centenarios, casas colgadas literalmente sobre el Huécar, pueden entrar a sus viviendas desde la calle Alfonso VIII, donde sus fachadas coloridas son mucho más reconocibles.
Este desnivel según la entrada provoca que el acceso a las viviendas sea hacia arriba o hacia abajo y que muchas casas sean tan estrechas que se encuentre una habitación por planta. Igualmente, tal y como se ve en la imagen, se han ganado habitaciones colgándolas sobre viguerías que sobresalen de las fachadas en voladizo.
Los colores alegres de las fachadas de Alfonso VIII se deben a que pertenecían en muchos casos a miembros del gremio de tintoreros que aprovechaban las tonalidades de las telas para dar realce a sus casas.
Muy cerca de aquí está la Torre Mangana, situada en el lugar de la antigua alcazaba árabe de la ciudad. Recientemente se ha recuperado la sinagoga en la misma plaza que ocupa también un monumento curioso e imaginativo levantado en honor de la Constitución de 1978.
Si te acercas un poco más allá de la torre, entre espejos de agua y hacia el mirador, contemplarás una maravillosa vista de la ciudad baja, el hospital de Santiago y hacia la derecha, al otro lado del Júcar, lo que parece un pueblecito que se eleva en la montaña en callejuelas sinuosas como si fuera de cuento: se trata del barrio de San Antón.
Por la calle de Santa María, que se estrecha entre muros por momentos, desembocaremos en la Plaza de la Merced, otro espacio insospechado en los que Cuenca abunda. Frente a la entrada al Museo de las Ciencias (muy recomendable si vais con niños) se sitúa el seminario de San Julián con portada barroca, y haciendo ángulo con él, el pórtico de la iglesia de la Merced donde varios seminaristas tomaban el fresco del verano esa noche de paseo.
Bajando por la calle del Fuero y casi sin esperarlo, cuando ya te has desorientado con tanta plaza y tanta vista, llegas a la trasera del edificio consistorial, tan característico con sus arcadas y que forma la parte más baja de la Plaza Mayor conquense.
El paseo no ha sido excesivamente largo en cuanto a la distancia recorrida, pero sí intenso por todo lo aprendido. Para terminarlo, la imponente mole de la catedral. Esta, siendo la catedral gótica más grande de España, sorprende al visitante.
Este paseo con otra mirada nos descubrió Cuenca en un atardecer de junio, mágico con su luz y único por todo lo que pudimos aprender de la bella ciudad. Sin duda, una de las mejores opciones en Castilla-La Mancha.
Esta misma tarde voy a Cuenca, así que me viene de perlas tus recomendaciones :) Las seguiré a pies juntillas.
ResponderEliminarEspero que te hayan servido estas opciones algo "sui generis".
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