Pocos lugares me han llamado tanto la atención en los últimos años de viajes como esta pequeña ciudad situada en Puglia, región del sudeste de Italia, a la que tuve la suerte de ir en la primavera de 2015. Por desgracia fue sólo un día, cuando claramente merece mucho más.
Esta ciudad fue capital del sur a partir de la dominación española del Reino de Nápoles y tuvo un periodo de esplendor entre los siglo XVI y XVII con el asentamiento de diversas órdenes religiosas que contribuyeron a levantar gran número de edificios en el magnífico estilo barroco leccese.
He dividido este post en 4 tiempos, los cuatro tiempos de una sinfonía clásica en los que recuerdo el día pasado en Lecce. Diferentes movimientos para diferentes sensaciones.
Primer movimiento: Allegro (nuestra llegada a la ciudad y el descubrimiento de su catedral).
Íbamos ligeros para descubrir el mayor número de maravillas y no nos defraudó la primera, el Duomo leccese al que se accede por un pequeño paso lateral en una de las vías principales de la ciudad, puro barroco ya en la entrada.
Una plaza grande e irregular la alberga junto al seminario y al palacio episcopal que, enfrente, dibuja las volutas de su pórtico ya en forma caprichosa y original, lo que será un elemento común en todo el centro histórico.
El campanile de cinco plantas mide 70 metros y es de los más altos de Europa. Junto a él, también de manera irregular ya que no ocupa el lado que sería natural para entrar en una catedral, se encuentra el pórtico de la misma. Está dedicada a la Asunción y se inició su construcción en 1144, siendo totalmente reestructurada en 1659.
El pórtico sorprende por su exuberancia y parecido con los arcos de triunfo. San Oronzo, patrón de la ciudad lo preside.
Segundo movimiento: Andante.
Un tiempo tranquilo nos lleva por la vía Libertini a la búsqueda de tesoros que enseguida nos saldrán al paso: la iglesia de Santa Teresa, proyecto inconcluso nos llamará la atención y un poco más allá la Iglesia de San Juan Bautista o del Rosario, hoy sede de la Academia de Bellas Artes nos anticipará un tempo posterior en nuestro paseo.
Es momento de callejear dispersándonos un rato de las calles principales. En cuanto te apartas surgen nuevos tesoros, nuevas sorpresas en palacios que recuerdan a Sicilia en los balcones y en las plazas recoletas semiescondidas.
En el Palazzo Marrese, situado en la plaza Falconieri, unas cariátides llorosas sostienen la balconada en dos parejas paralelas intentando llamar la atención del público.
Los negocios artesanos de la cartapesta, palabra italiana para denominar a la pasta de papel, surgen con frecuencia en el centro de la ciudad y parecen querer retener con sus figuras la época del barroco.
Mientras tanto, el visitante curioso podrá llegar a las antiguas puertas de la ciudad amurallada, de la que se conservan algunos ejemplos como la Porta Napoli o la Porta Rudiae.
Tercer movimiento: Minuetto.
Volvemos al clasicismo mesurado, y nada mejor que hacerlo desde la plaza de Sant' Oronzo, que realmente tiene una forma extraña después de las demoliciones y transformaciones sufridas en el siglo XX.
Una amalgama de edificios nos llevan de viaje temporal a través de la época fascista, con el Palazzo INA, el pequeño y equilibrado Palazzo del Sedile, que fue ayuntamiento hasta 1870 y que parece una "cajita" renacentista, y lo que más sorprende: el Anfiteatro Romano excavado entre todo esto.
Edificado en la época de los Antoninos, en torno al siglo II d.C., fue recuperado y llevado de nuevo a ser parte de la ciudad en los años 30 del siglo XX. De forma elíptica y gran tamaño, se piensa que pudo llegar a acoger a 20.000 espectadores.
Justo detrás, la columna del santo patrón, nos lleva al barroco de nuevo para que no olvidemos que estamos quizás en la capital de este estilo.
Cuarto movimiento: Finale maestoso.
Por último, la basílica de la Santa Croce nos deslumbró a pesar de su andamiaje externo que impedía gozar libremente de una de las fachadas más trabajadas que conozco.
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La parte inferior de la fachada, mesurada en su estilo renacentista, es obra Franceso Zimbalo (arquitecto que trabajó mucho en Lecce). El portal central es acompañado por columnas pareadas de orden corintio. Según vas subiendo con la mirada la cosa varía y se complica.
El segundo cuerpo, de estilo barroco, se crea a partir de una moldura sujeta por ménsulas zoomórficas y antropomórficas, todas diferentes, en un bestiario en piedra realmente impresionante.
Águilas, dragones, leones, soldados turcos etc. sostienen una balconada que se adorna con 13 angelotes que portan los símbolos del poder espiritual y terrenal de la Iglesia.
El rosetón, circundado por volutas y biseles se protege con las figuras de san Pedro Celestino, fundador de la orden de los Celestinos, y san Benito de Nursia, padre del monacato occidental.
Un friso de angelotes nos lleva hacia el final de la fachada que cuenta con unos adornos a modo de espadañas y el relieve del triunfo de la Cruz a la que la basílica está dedicada.
El interior no desmerece tanto esplendor, pero ya es más habitual contemplar una iglesia como ésta, de planta basílica e infinidad de capillas laterales. Lo que no lo es tanto es la profusión de decoración de yeserías de cada altar. Un canto al barroco, una vez más en esta joya.
El "barroco leccese" forma parte de la lista indicativa del Patrimonio de la Humanidad desde su proposición por parte del estado italiano en 2006. Tras el día pasado en Lecce sólo puedo decir que merece de sobra su inclusión en el patrimonio UNESCO por la originalidad del conjunto y el esplendor de cada rincón de la ciudad.
Un lugar, realmente, para quedarse con la boca abierta.
que buena pinta tiene Lecce, si alguna vez me dejo caer por la zona de Puglia seguro que cae una visita, jeje
ResponderEliminarbonitas fotos
chaooo
Es una maravilla José, yo me quedé anonadada ante la piedra tallada de esa forma única y singular. Te recomiendo la Puglia en general y esta bellísima ciudad como cuartel general.
EliminarUn saludo.
Cristina
Wowwwww realmente impresionante Cristina, y pensar que ni siquiera había oído hablar de esta ciudad! (ufff) Me ha encantado la descripción unida a los movimientos, me parecía estar escuchando la música! Bravo por tu post!
ResponderEliminarUn saludo
Carmen
Pues sí, Carmen. Es una desconocida, injustamente. Lo de los movimientos vino del título...una sinfonía sin movimientos no es nada. Je, je.
EliminarMe alegro de que te haya gustado.
Un saludo.
Cristina.
A parte de lugar, que parece increíble, me ha encantado lo original del post, dividirlo en 4 movimientos. Simplemente genial
ResponderEliminarJa, ja...gracias a ti. Como le he dicho a Carmen, fue cuestión de seguir el hilo del título: una sinfonía tiene que tener movimientos. Sí o sí.
EliminarUn saludo.
Cristina.