Hoy hago un pequeño homenaje a estos dos lugares únicos y te cuento lo que puedes esperar si los visitas.
Visitar el Coliseo
Lo primero de todo es madrugar. Parece mentira pero vayas la época del año que vayas a Roma, siempre encontrarás grandes colas para visitar la obra magna del Imperio Romano.
Fue mandado construir en el 72 d.C. por Vespasiano, en lo que fueron los terrenos de la Domus Aurea de Nerón. Quedó inaugurado poco tiempo después, en el año 79 d.C. y también se le denomina Anfiteatro Flavio por el nombre de la dinastía que lo mandó edificar. La enorme mole del Coliseo se ha convertido en emblema de Roma e impresiona por sus grandes medidas aún a día de hoy. En él cabían más de 55.000 personas y tenía más de 80 entradas para facilitar un acceso organizado.
Poco a poco su uso fue decayendo y en la Edad Media se convirtió en fortaleza. Durante el Renacimiento, siguiendo los usos habituales de reutilización de materiales, parte de su piedra se utilizó en la construcción de puentes o de la basílica de San Pedro.
Los muros exteriores estaban realizados en mármol travertino y se compone de una serie de 80 arcos en tres pisos, cada uno de ellos con un orden diferente en las columnas adosadas que los separan.
En el piso superior se colocaban unos postes que servían para sujetar el llamado "velarium", una gran carpa que protegía a los espectadores del sol romano. Tras atarlo a dichos postes, se reforzaba mediante unas cuerdas que iban hasta unos pivotes que rodean todo el edificio.
La organización del público era precisa mediante las entradas numeradas que había en cada arco, además por las galerías internas pasaban a sus asientos en menos de 10 minutos desde que llegaban al Coliseo.
Si al exterior el Coliseo impresiona, a veces cuesta hacerse la idea de cómo se desarrollaban los acontecimientos en el interior. Últimamente se ha cubierto parte de la arena mediante tablones, de manera que uno puede "ver" mejor el funcionamiento del lugar.
En la arena del Coliseo tenía lugar todo tipo de espectáculos. Solía haber números con animales, luchas a muerte de gladiadores y hasta "naumaquias" o batallas navales en las que se inundaba de agua.
De forma elíptica, el Coliseo contaba con una entrada especial para el emperador, quien se situaba en su palco. También había una entrada diferente para el cónsul.
Bajo la arena, todo un complicado sistema de salas, pasillos, jaulas y elevadores permitía subir a la arena a los animales más exóticos: elefantes, hipopótamos, leones y jirafas entre otros.
Visitar la Capilla Sixtina
La otra gran visita romana es sin duda la de la capilla más famosa del mundo: la Capilla Sixtina, obra cumbre del arte universal y compendio del Renacimiento. Tras la visita a los Museos Vaticanos y tras recorrer las maravillosas Estancias de Rafael, el viajero llega por fin a esta meca romana.
Famosísimos son los frescos de Miguel Ángel, culmen de la realización de la Capilla, aunque no debemos olvidarnos de que aquí intervinieron muchos otros maestros. Perugino, Botticelli, Ghirlandaio, Rosselli y Signorelli son los artistas llamados en torno a 1475 por el papa Sixto IV, mecenas que dio el nombre a la Capilla.
No dejéis de admirar la magnífica "Entrega de las llaves a San Pedro" de Perugino, que fue maestro de Rafael, o la "Llamada de San Pedro y San Pablo" de Ghirlandaio. Os sorprenderán por el uso del color y de la perspectiva.
El "Juicio Final" de Miguel Ángel es la conclusión de la narración sobre Cristo ilustrada en las paredes. Fue encargo del papa Pablo III a Miguel Ángel y es esta la gran obra de la madurez del pintor, quien tardó 7 años en concluirla en 1541.
Merece la pena tomarse uno su tiempo para contemplar este torbellino de figuras de almas que suben al cielo o caen a los infiernos alrededor de la temible figura de un Cristo-juez.
Las bellísimas figuras del techo, obra de Miguel Ángel, se realizaron entre 1508 y 1512 desde un andamio diseñado para la ocasión.
Temas del Antiguo Testamento rodean los paneles centrales que narran el Génesis. Desde los archiconocidos frescos de la Creación del Mundo y de Adán hasta la historia de Noé, sibilas, profetas, y la genealogía de Jesús se nos muestran con un colorido brillante que sorprendió al ser descubierto tras la restauración de los años 80 y 90.
Falsas arquitecturas, figuras escultóricas, rostros hermosos y movimiento majestuoso son sólo algunas de las múltiples cualidades que podemos observar mirando hacia arriba en la que es, quizás, la Capilla más hermosa del mundo.
A través de este post realizado en colaboración con Musement he podido recordar estos dos lugares emblemáticos de una ciudad a la que siempre hay que volver: la maravillosa y eterna Roma.
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