podrás descubrir su maravillosa Plaza Mayor, sus catedrales o su histórica Universidad, pero también pasearás entre palacios donde vivieron grandes nobles o prelados importantes. Y en este post te voy a ayudar a descubrir estos palacios de Salamanca, ya que son muchos y muy variados.
Toma nota y sigue la ruta para dejarte sorprender, algunos los conocerás pero otros esconden historias menos conocidas y algunas muy misteriosas.
Visitar los palacios de Salamanca
Casa de las Conchas
El más famoso de todos los palacios salmantinos es sin duda esta maravillosa Casa de las Conchas. Tanto si vas por la calle de la Compañía o por la de la Rúa subiendo hacia las catedrales desde la Plaza, verás esta imponente casa palacio plateresca con trazas góticas que hoy en día sirve de biblioteca y de sala de exposiciones.
Fue mandada construir en torno a 1493 por Rodrigo Arias Maldonado y es emblema de la arquitectura civil de la época de los Reyes Católicos. Su nombre viene dado, obviamente, por la cantidad de veneras o conchas que lo adornan, más de trescientas, y que señalan la pertenencia a la Orden de Santiago de su propietario.
Las ventanas que se asoman a la Compañía son ligeras y están decoradas con motivos góticos. Algunas de ellas, las más bajas, se encuentran protegidas por rejería de hierro forjado muy trabajado.
A través de la puerta decorada con los escudos familiares y las armas de los Reyes Católicos se accede al zaguán y de allí al patio de dos pisos con arcos mixtilíneos, escudos de los Maldonado y tracería a modo de remate.
Dos curiosidades:
1. Se dice que debajo de una de las 300 conchas de la fachada hay un tesoro. ¿Será verdad? Desde luego no merece la pena acabar con tanta belleza por una suposición.
2. Desde el segundo piso del patio se tiene una vista magnífica de la espadaña de la Clerecía, la imponente iglesia jesuítica de enfrente.
Palacio de Monterrey
No muy lejos de la Casa de las Conchas, de hecho al inicio de la calle de la Compañía antes mencionada, se encuentran dos de los monumentos más hermosos de la ciudad: la iglesia de la Purísima y el Palacio de Monterrey.
Ambos están relacionados ya que fue el conde de Monterrey quien mandó construir el convento e iglesia que le servirían de panteón. Pero esa es
otra historia que os cuento aquí.
Lo que nos interesa ahora es hablar de este imponente palacio, ejemplo singular de la arquitectura civil plateresca y cuya construcción se inició en 1539 por mandato de Alonso de Acebedo y Zúñiga, tercer conde de Monterrey. El encargado de su construcción fue Rodrigo Gil de Hontañón y también el fraile Martín de Santiago.
En un principio estaba pensado que se desarrollara aún más grande de lo que hoy podemos ver, con cuatro torreones a la manera de los alcázares castellanos. Sin embargo, no pudo ser, por problemas de de propiedades y lindes.
La fachada más larga da hacia la plaza de las Agustinas y la Purísima y se divide en tres plantas que separan una línea de imposta. Las inferiores son de mampostería con ventanas sencillas y la superior, realizada en piedra de Villamayor, tiene una galería de arcos sustentados por doble pilastra.
Se remata el edificio con una crestería en la que aparecen sátiros, grutescos y animales fantásticos. Desde hace poco tiempo se puede visitar el interior de este palacio tantas veces admirado por mí, vivía muy cerca de él, ya que pertenece a la Fundación Casa de Alba y se han habilitado las visitas de un interior señorial y repleto de obras de arte.
Las entradas hay que comprarlas en la oficina de turismo que está en la Plaza Mayor y las visitas son guiadas.
Las casas de la plaza de San Benito
En esta pequeña y recoleta plaza, situada justo al lado de la calle de la Compañía, se encuentra un conjunto monumental singular formado por la iglesia del mismo nombre, San Benito, un convento y dos imponentes y discretas casas señoriales dedicadas ahora a otros usos pero ante las que merece la pena pararse un poco.
Casa de los Solís
Los Solís son una familia de raigambre castellana de la que encontramos menciones en muchas otras localidades. En la casa que nos ocupa llama la atención la sencillez de la fachada de la casa, realizada a base de sillares perfectamente alineados y sólo rota por el alfiz plateresco que enmarca la puerta de entrada.
Hay que destacar también los escudos que forman un triángulo en cuyo vértice está el que lleva el sol de la familia Solís. Hoy en día esta casa palacio está dedicada a la editorial de la Universidad.
Casa de Diego Maldonado
Justo al lado de los Solís se encuentra la casa palacio de don Diego Maldonado, camarero de Alonso de Fonseca (el tercero del mismo nombre y de la misma familia), quien fuera arzobispo de Toledo. Se construyó en 1531 por Juan de Álava y en ella destaca sin duda la decoración de la portada.
Las pilastras que la enmarcan están decoradas con grutescos y en lo alto sendos niños sostienen el escudo de los Fonseca. Alrededor del balcón se disponen otros escudos.
Curiosidad: justo enfrente se encuentran los restos de la casa de Pedro Maldonado y Pimentel, entre los muros del convento de la Madre de Dios. Este Maldonado fue el que, junto a Padilla y Bravo y en compañía de su primo Francisco Maldonado, encabezó la revuelta comunera entre 1520 y 1522. Los restos de la represión real son visibles aún en los escudos picados y las ventanas tapiadas de esta antigua casa.
Palacio de La Salina
En la calle de San Pablo, a mano derecha según baja uno de la Plaza Mayor hacia el río Tormes, se encuentra el Palacio de la Salina, sede de la Diputación provincial de Salamanca y uno de los más espectaculares de la ciudad por su monumental fachada y espléndido patio.
¿Por qué se llama así? Por el apreciado bien que se guardaba en su subterráneo: la sal. Fue construido en 1538 por Rodrigo de Mexía, caballero importante de Jaén, quien se casó con la sobrina de Alonso de Fonseca, arzobispo de gran importancia en la historia salmantina.
Lo más interesante de este Palacio de la Salina es sin duda su fachada plateresca. Está conformada por tres pisos: el primero es un pórtico con arcos de medio punto separados por medallones con personajes históricos (como Cleopatra), el segundo lo forman tres vanos ricamente decorados y en el último se aprecia una galería a la manera italiana y muy parecida a la que hay en el Palacio de Monterrey. Posiblemente Rodrigo Gil de Hontañón estuviera detrás del diseño de la Salina.
El patio interior ha sufrido diversas modificaciones a lo largo de los siglos. La galería más llamativa está sujeta por ménsulas decoradas con seres fantásticos, realizadas por los autores del claustro de las cercanas Dueñas.
Torre del Clavero
Aunque no es estrictamente un palacio o casa señorial, quiero traeros este singular edificio salmantino que, entre tanta maravilla, suele pasar desapercibido. No está lejos del antes mencionado Palacio de la Salina, es más, si sigues bajando por San Pablo, enseguida llegarás a la plaza de Colón, y allí al fondo, se encuentra este vestigio de la antigua forma de vida de la ciudad.
Se levantó en torno a 1470 y se supone que pudo ser encargo de Francisco de Sotomayor y Anaya, clavero simbólico de las llaves de la ciudad. Esta realizada en mampostería y también con sillares labrados, y el remate octogonal de la torre se adorna con garitones que descansan sobre ménsulas.
En contra de lo que pueda parecer su carácter defensivo es más de adorno que otra cosa, y esto le vino bien para no ser destruida en la época de los Reyes Católicos, cuando su política buscaba limitar el poder y el carácter algo díscolo de los señores castellanos.
En el otro lado de la plaza de Colón, cruzando la estrecha calle San Pablo, podremos observar sendos palacios, algo alicaídos: el gran Palacio de Orellana y la llamada Torre de Abrantes. El primero es renacentista y fue encargo de Alonso de de Anaya y Barrientos, noble y religioso de gran poder. Durante un tiempo se especuló sobre la posibilidad de instalar en él el Parador de Turismo. Yo nunca he estado en su interior y siempre me ha llamado la atención su gran tamaño y aspecto abandonado.
La Torre de Abrantes recuerda a la del Aire, que veremos a continuación, y es el último resto de un antiguo palacio del siglo XV. En ella podemos apreciar la portada y una bonita ventana gótica.
Torre del Aire
Bajando por la plaza de Santa Eulalia hacia la Gran Vía es fácil pasar de largo junto a los gruesos muros de sillares de la llamada Torre del Aire.
Tiene un toque italiano que será reconocido por los que hayan visitado Bolonia o San Gimignano y data de en torno a 1440, cuando fue edificada por la familia Castillos. Estos eran señores de la zona de Fermoselle, en la provincia de Zamora.
Si la quieres ver bien, ponte al final de la plaza de la Constitución, te llamarán la atención los pequeños vanos insertados en el macizo muro de aires defensivos que en muchos casos se ven aligerados con el alfiz típico del Gótico.
Casa de las Muertes
Esta casa entraña connotaciones misteriosas ya sólo con su nombre: Casa de las Muertes.
Se sitúa junto a la del regidor Ovalle, más conocida por haber sido la última morada de Miguel de Unamuno y donde falleció el 31 de diciembre de 1936.
La Casa de las Muertes se edificó en torno a 1512 por Juan de Álava para usarla como residencia propia. Se usaron sillares de piedra arenisca de Villamayor y la fachada en estandarte está muy decorada en estilo plateresco. El friso que decora el dintel de la portada cuenta con el escudo de la familia y con unos amorcillos que portan el compás símbolo de la arquitectura.
Aquí el arquitecto ya no es un mero artesano, sino que es un intelectual que se hace valer mediante la propia promoción y la edificación de una mansión que nada tiene que envidiar a la de grandes señores salmantinos. Se nota que estamos en el Renacimiento.
Sobre el balcón se repite el escudo y dos figuras miran hacia el busto del arzobispo Alonso Fonseca II, el mecenas del arte y por tanto valedor de Juan de Álava. Diversos personajes asoman desde varios medallones situados a diversas alturas. ¿Y las muertes del nombre? Pues no sé a ciencia cierta si las historias de crímenes acaecidos allí son ciertas, pero sí lo son las cuatro calaveras que adornan las pilastras que enmarcan las ventanas más altas, cuatro muertes en la casa del mismo nombre.
Palacio de San Boal
A escasos metros de una de las dos vías comerciales por excelencia de Salamanca, la calle Zamora, se abre la pequeña plaza de San Boal. En ella llama la atención el palacio del mismo nombre que fue edificado a finales del siglo XV y encargado por Game Gutiérrez de Herrera.
De aquellos años se conserva la entrada de grandes dovelas. Los esgrafiados decorativos de las fachadas (ahora son dos edificios separados, pero en un principio era sólo uno grande) y los balcones son modificaciones del siglo XVIII.
Casa de los Sexmeros de la Tierra
En la plaza del mismo nombre, pequeña y recoleta, se encuentra esta curiosa casa que hoy alberga la Cámara de Comercio de la ciudad.
Esta casona data del siglo XV y en el interior se encuentra un bonito patio con columnas renacentistas y decorado con esgrafiados que le aportan un particular toque.
Eran una institución única de la ciudad de Salamanca formada por cuatro concejales del ayuntamiento que representaban a las comarcas agrícolas y tenían como función principal cuidar y administrar los cereales que se guardaban en los depósitos municipales. Algunos de dichos depósitos se encontraban en otras casas de la misma plaza.
Terminamos nuestro recorrido por los palacios de Salamanca con una de las casas más singulares por la vinculación que tiene con la historia de la ciudad medieval. Se trata de la casa de Doña María La Brava que se sitúa en la plaza de los Bandos (que no bancos, como entendía yo de pequeña al haber tanto bancos para sentarse como para sacar dinero en dicha plaza).
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