Parador de Cádiz

Hace apenas tres días que hemos vuelto del Parador de Cádiz y nuestra experiencia no puede haber sido mejor. Hacía muchos años que no viajábamos hasta Cádiz y teníamos muchas ganas de alojarnos en un Parador que mira al mar desde sus cuatro costados y que, no en vano, se ha convertido en uno de los más deseados de la red.

Parador de Cádiz: nuestra experiencia en un magnífico alojamiento

Llegamos al Parador de Cádiz en torno a las ocho de la tarde, en un día de septiembre luminoso que nos iba a regalar el primer atardecer poco después.  Hicimos el check-in y después fuimos a dejar el coche en el parking del Parador (recomendable, ya que éste se sitúa en una zona de escaso aparcamiento y muy solicitado). El aparcamiento se comunica directamente con las habitaciones con el ascensor así que es fácil acceder con el equipaje sin recorrer los espacios comunes. 

Al hacer el registro de entrada nos sorprendieron dándonos una habitación de categoría superior a la reservada, una estupenda suite que hacía esquina abarcando vistas a la piscina y el Atlántico por un lado y a la ciudad y sus callejuelas por otro.

La domótica está presente en un Parador que fue (y aún conserva en el nombre) el Hotel Atlántico, emblema de Cádiz inaugurado en 1929. Abrió sus puertas de nuevo en 2012 tras una profunda remodelación durante dos años y lo hizo por todo lo alto y con todo tipo de servicios, como la domótica de las habitaciones que hace que al entrar en ellas y conectar las luces se suban las persianas de los ventanales dejando que pase la luz y el azul del Atlántico dentro de la habitación y de los huéspedes. 

Ese elemento imprescindible que es la luz está muy presente y regulado en la habitación mediante persianas automáticas que se controlan mediante la domótica y no dejan pasar la luz por la mañana y en la iluminación sutil de los distintos espacios de nuestra habitación.

El baño se repartía entre la zona de lavabo y WC por un lado y por otro la gran cabina de ducha a la que se podía acceder desde el baño y desde la habitación. Además contábamos con una bañera grande separada por un gran panel de cristal del resto de la habitación e ideal para un baño nocturno.

La cama se situaba en el centro de la habitación con un cabecero a modo de repisa y con los mandos de toda la iluminación al alcance de la mano, por detrás del cabecero una mesa corrida para dejar objetos, libros, etc.

¡Cómo no! Frente a la cama una gran cristalera con acceso a la amplia terraza  que cuenta con mesa y dos sillas en todas las habitaciones y en las suites, además, con una tumbona.

Un pequeño armario se sitúa en la parte del cuarto de baño mientras que en la zona de cuarto de estar de la suite hay otro armario, más amplio, una mesa de comedor y sillas y un sofá cama grande que ocupó nuestro hijo, ya no tan pequeño y que valora mucho las camas supletorias grandes. 

Dos televisiones, cada una en una zona de la suite, y puertas correderas facilitan la intimidad entre las personas que se alojen en este tipo de habitación. 

Los espacios comunes del Parador de Cádiz son amplísimos y diáfanos, contando con el cristal y acero como principales elementos decorativos y sutiles referencias al mar en las ondas de las cortinas y en otros elementos.

El propio edificio tan moderno no desentona cuando te lo encuentras junto al Parque Genovés o vecino a la playa de la Caleta, dependiendo de por qué lado entres en la ciudad, siempre bordeando el mar. Las vistas están garantizadas desde todas las habitaciones, desde los salones o la magnífica zona de desayunos situada en la planta segunda. 

A día de hoy, septiembre de 2020, en plena época del COVID, las medidas de seguridad en el Parador de Cádiz son amplias y similares a las de otros establecimientos de la red: mascarillas obligatorias en zonas comunes, pinzas para coger los productos del bufet del desayuno, desinfección de las tumbonas en la zona de piscina, gel hidroalcohólico en ascensores y habitaciones etc.

Los desayunos se toman, concertando las horas en recepción para evitar aglomeraciones, en una gran sala de la segunda planta, como he dicho antes. Tiene dos espacios, uno interior y otro totalmente acristalado en esquina saliente sobre el mar y que está muy solicitado. El bufet se regula mediante señales en el suelo y con la lógica imperante de no juntarte demasiado con la gente. En él podrás probar delicias dulces y saladas de tradición gaditana y andaluza: pestiños, roscos de vino o chicharrones de Chiclana y encargar a los cocineros comida caliente hecha en el acto. 

En esa misma planta se encuentra el acceso a las piscinas y al spa. Este último no lo probamos, pero a la piscina íbamos todas las tardes en torno a las siete, tras regresar de la siesta o los recorridos por la ciudad y su entorno (según nos apeteciera, sin prisas, como merece Cádiz).

Al entrar te daban una toalla por persona y te indicaban qué tumbonas estaban desinfectadas y después sólo había que disfrutar bañándote en el agua fresca de la piscina más grande, en los chorros de la tipo spa o paseando por las láminas de agua de las dos piscinas de pies, todas ellas sobre el azul de la bahía y el paseo de Santa Bárbara. Un escenario único.

Y puestos a buscar lugares únicos en el Parador de Cádiz hay que señalar la terraza solarium de la séptima planta. Cuando llegas te informan de que se tiene que subir al atardecer para disfrutar de la vista excepcional del sol poniéndose en el horizonte marino, con tonalidades naranjas y rojas y con una amplitud tan grande que confirma que la tierra es redonda.

Maravilloso final de cada jornada absolutamente imprescindible. 

Lo mejor del Parador de Cádiz: la modernidad de las instalaciones, su amable personal y su maravillosa localización.

Lo peor del Parador de Cádiz: el precio algo elevado pero que, indudablemente, está sujeto a la ley de la oferta y la demanda. 

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